pero es necesario que se lo cuente a los demás.
Porque cuando lo grito a los cuatro vientos,
entonces ella piensa
que lo estoy diciendo
despacito en su oído.
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(sentido universal del afecto)
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Imagen de autor
desconocido, tomada de la Red.
Imagen de autor
desconocido, tomada de la Red.
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Imagen de autor desconocido, tomada de la Red.
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Imagen de Vadim Stein
Toda la mañana con vos en mi cabeza.
A esta hora, ya es tiempo de que te mande un beso.
Un beso despatarrado, colgado, como pueda y donde pueda.
Que sea un beso haciendo equilibrio.
Para que tengamos que agarrarnos fuerte, bien fuerte, muy fuerte.
¡Buen sábado, nena!
Tomate un par de cervezas por mí…
Yo me las tomaré por ti y contigo en mi cabeza.
¡Ya sabes…!
Y no me sonrías, por favor.
Si me encuentras esta noche,
no me sonrías…
Porque me vas a matar, me vas a matar,
de alegría me vas a matar.
Pero si me quieres matar
de una vez y para siempre,
pégame con un beso,
trágame con un beso,
mátame con un beso.
Y me quedaré en ese beso para siempre.
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Imagen: pintura sobre papel reciclado de Loui Jover
¡Sígueme si quieres!
No vamos ni iremos a ningún lado.
Solo al corazón de la locura que deja
el abrazo compulsivo,
el beso inesperado,
el sabor de tu boca,
la noche y sus fraguas,
los días y sus horas quiméricas,
el instante mismo en que se funden las miradas
cargadas de una deseo persistente,
añejo, irresistible,
que siempre se alimenta
en tu andar generoso por la vida.
¡Sígueme! Quiero que me sigas.
Quedémonos en el aliento
convertido en tormenta.
Respiremos
solo en tu respiración
convertida en remolinos de vientos.
Relámpagos precisos de tu boca
que impactan en los cuerpos
y estallan en mis manos
en el momento en que te abrazo.
Refucilos agudos en el espacio interior, infinito,
que queda entre nosotros.
¡Sígueme! ¡Te seguiré!
La fuerza de tu mirada me deja en el vértice
de la vida, el amor y la locura.
A los gritos
con tu nombre entre mis brazos.
…
Imagen de autor desconocido, tomada de la red
La realidad insistente me persigue con sus fueros.
Y yo, siempre consigo esquivarla. Le pongo distancia y ella siempre se
las ingenia por acortarlas, ella siempre respira mi aliento.
Tengo una bala de plata para matar las tristezas, para agujerear las
desilusiones, para perforar los desencantos, para destrozar los engaños, para
liquidar las añoranzas. Pero no la uso todavía. A veces estoy a punto de
hacerlo pero siempre pasa y pasa y pasa y no la uso.
En eso que pasa, pasa tu beso como un viento sereno traído desde lejos,
pasa tu beso como un río agitado, pasa tu beso, pasa el día cargado de imágenes
alentadoras, pasa tu beso sobre mí y me dice: “Abandona la bala de plata,
¡Súbete a mí! ¡Cabálgame! Te estoy esperando”.
Es así como le saco distancia a la realidad, es así como se alimentan los
días y guardo la bala de plata para otra ocasión.
Es así como nos prestamos el uno al otro para hacernos de nuevo. Es así
como sucede en otra realidad.
…
Imagen de Nicolás Roselló (@nicorosellophoto)
Imagen
de Ravindran Rajan.