La gente no
cumple años. La gente cumple deseos,
entusiasmos, promesas y esperanzas de venturas. También cumple
nostalgias por las promesas perdidas, por el fracaso que no quiere recordar
pero lleva grabado en el cuerpo.
La gente no
cumple años. La gente solo tiene un momento solemne para recordar (recordarse y
recordarles a los próximos) todo lo que
quiso ser y todo lo que está dispuesto a ser.
Es una ceremonia solemne en la que no está permitido el recuerdo de los
fracasos. Solo está habilitada la vía de las promesas en la autopista de la
felicidad.
Todos cumplimos
años. Pero no festejamos los años. Festejamos los años que vendrán. Y está
bien. Toda persona de bien, solo se detiene en cuestiones de futuro. Porque es
limpio, despejado y a disposición de las quimeras. El pasado es solo el arrabio
de lo conseguido y lo que no fue.
La gente no debería cumplir años. La gente solo
debería cumplir deseos o promesas o quimeras o
rebeliones contra la desgracias del “Sin-Futuro”.
La única vida que
tenemos está hecha solo de futuro y entusiasmo. Tal vez podamos ponerle algo de
talento a ese entusiasmo, pero esa es otra historia. Lo cierto es que nuestra
vida no está hecha de pasado. El pasado es solo una crónica de los deseos y
quimeras que tuvimos alguna vez.
La
única vida que tenemos está hecha de futuro. Y es necesario que – al menos una vez al año –
decidamos hacer esas ceremonia
necesaria, que nos convence que tenemos toda la fuerza posible para llegar a ese futuro.
Un futuro que
puede estar en la cima de algo o solo
hasta el próximo aniversario de los deseos. Pero eso ya es otra historia.
***
César Manuel Sarmiento - Imagen ©sarmiento-cms
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