El tiempo de la
inmediatez nos ha dejado huérfanos del placer. .
El rapidismo se
ha llevado por delante el placer de vivir. Volver a vivir en lo inmediato, la emoción
del instante fugaz que nos ha conmovido.
Todo es tan
sencillamente veloz, que no queda espacio para el suspiro y la inspiración profunda.
Esos breves movimientos del diafragma que llenan los pulmones de ilusión.
Cubren el cuerpo
de innumerables puntos de emoción. Esa textura erizada que invade la piel y lo
recorren en sucesivas sensaciones de frío y de calor. Producto de un breve estruendo
de sentimientos, que no queremos que se pierdan, que se vayan. Y siempre pedimos
que se repitan un poquito más.
Todo ocurre. Pero
estamos ausentes. Instalados en la velocidad.
El repentismo ha
copado nuestros sentidos. Ha estrangulado una parte de nuestros sentimientos. Y
nos ha dejado ausentes de nosotros mismos.
Ausentes de
nosotros mismos.
A veces. Y ojalá…
No sea para siempre.
...
Imagen de Quint
Buchholdz .
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