martes, 22 de octubre de 2019

¿EXPRESIÓN…? EXPRESIÓN, IMPRESIÓN


Siempre hay un tiempo para la expresión. Las formas por las que aflora ese magma cargado de intenciones,  frustraciones,  deseos, encuentros, caídas, desencuentros,  quimeras, ausencias,  encuentros, fervores del alma, ardores del pensamiento, son infinitas. Hasta las enfermedades, infecciones, intoxicaciones, emiten una primera señal que se llama fiebre. Así también la expresión es una especie de fiebre de ese mundo entre lo mágico y lo racional, entre lo real y lo imaginado que todos llevamos dentro.

Hay expresiones que son decisiones. Otras que  son contingencias. Otras  que son necesidades. Y algunas otras que son vaguedades. Todos buscamos algo en algún momento. Y también  buscamos un cauce para lanzar el caudal que todavía no es río.  Todos hurgueteamos en alguna parte de nosotros mismos, para encontrar recursos, energías, herramientas y razones que nos expliquen por qué queremos expresarnos y qué queremos expresar. Luego, sin impresiones.

Técnicas diversas, causas contrapuestas, razones en conflicto, imaginación rampante que se desboca y produce algo. Desde el origen, a ese algo se le  llamó arte o expresión artística. Pero en mi caso, solo me quedo con la palabra “Expresión”. Y si algo le tengo que agregar, entonces es la palabra “Impresión”. Lo de “Arte” es una forma ambigua de referirse  al hecho. Es hoy un término ajado, que solo sirve para las teorías clasificatorias de los estudiosos y analistas del fenómeno. Lo de “artística” en cambio, es una cursilería y banalidad que se usa como elementos social para agasajar y quedar bien.

Si alguna “Expresión/Impresión” es arte o  no, si responde a los códigos y cánones del  sistema de análisis y calificación, es algo aleatorio. Porque tal vez hoy  no lo sea y mañana sí o viceversa. Es la comunicación y la adopción del  mensaje hasta su transformación, lo que trascienden más allá del autor. Ese ensamble de lecturas, ese espacio inmaterial y atemporal donde se dan rupturas y reconstrucciones en  la mente y los sentimientos a través de los sentidos, ese espacio particular indefinible, ese es el lugar donde cualquier  trabajo de cualquier autor, logra su consumación. Sin comunión comunicativa, sin conjunción de asombra y expectativa,  sin descubrimientos y lecturas diversas, no hay nada. Solo momentos decorativos y de entretenimiento. Solo licencias estéticamente agradables para el pensamiento. Solo momentos que se esfuman como el  humo de un cigarrillo, al abrir una ventana de improviso.

*** 










"Trabajando". Foto de David Maialetti. Philadelphia.


jueves, 17 de octubre de 2019

QUÉ CULTURA ES ESA CULTURA


El sistema produce una cultura. Y nosotros estamos dentro de esa cultura. Hay quienes  piensan, sienten, que es la única posible. Asocian la idea de paz, felicidad y bienestar a esa cultura. Otros,  la  interrogan, la cuestionan, ponen  en duda sus valores, crean sistemas alternativos, se rebelan.   Pero qué cultura es esa cultura.
Mientras cada uno  disfruta o se rebela, el sistema sigue produciendo cultura. “Su Cultura”. Una cultura  que se origina en las usinas propias del poder y no en el corazón de la gente que la  vive,  sobre la que influye, la determina, la  condiciona y le  marca rumbos. Miles de medios informativos, de entretenimiento, sistemas de esparcimiento, la difunden como valores. Unos valores con apariencia de universales, establecidos, inamovibles, ancentrales y originales. Todo es aparente. Pero la generación de esa cultura y su divulgación,  deja la sensación de “Real”. Se repiten los mensajes, llamados y convocatorias hasta que la gente  cree que esa cultura es “Su Cultura”, la única cultura.
Esa cultura también es “Su Cultura” para quienes se  oponen, quienes cuestionan,  quienes la interrogan y se rebelan. Cientos de formas alternativas son usadas a diario para expresar el malestar, los reclamos y los ensayos de posibles, probables e improbables cambios. Hay expresiones de revoluciones profundas. Pero son solo expresiones que no cuajan en los hechos. Son expresiones que quedan como símbolos, íconos o mojones del momento en que se expresan. Son sellos de su tiempo. Son definiciones generacionales. Son huellas sociales de la diversidad. Son marcas de resistencia.
Muchas de esas propuestas, reclamos y ensayos terminan siendo tragados en el tiempo. El sistema cultural tiene su casillero de “Anonimato”. Algunas pocas ideas terminan incorporados al  corpus  de la cultura que produce el sistema. Así, se crea la aparente ilusión de que la cultura del sistema ha sido modificada. Entonces los oponentes del sistema sienten que  han logrado una victoria. Pequeña, pero victoria al fin. Y en cierto modo, se crea alguna empatía entre el sistema, “Su Cultura”  y la crítica.
Desde hace algunos siglos vivimos bajo el paradigma del  “Consumo” y la “Mercancía” como ícono central del pensamiento. Todo se vende, sobre todo las ideas. Quiero pensar que el acto de vender  surgió de  un pensamiento solidario por satisfacer la necesidad del otro. Pero no puedo desconocer que la venta generó una ganancia, que dejó en el vendedor una gran satisfacción. Podría tener otras cosas, que solo tenían lugar en la imaginación y el deseo. Las tres sensaciones (satisfacción, imaginación y deseo) suelen ser un narcótico sutil, que las mentes pequeñas traducen como avaricia. No importa si es emocional, sentimental o material. El asunto es que es avaricia. Deseo de poseer y acumular. Ambas cosas son obligatorias para los interesados en tener más de lo que necesitan o tener lo que no necesitan, pero lo tienen ellos y no los demás. El pensamiento así expresado, es casi la definición previa de un robo.  
En la vida cotidiana, todos sabemos que donde hay cosas que se venden, también hay cosas que se roban. La venta y el robo son consustanciales, se complementan y cuando existe una, obligatoriamente existe el otro. En ese mundo, las ideas y el pensamiento son las primeras víctimas, aunque no haya tiendas de ideas o escaparates de pensamientos ni vengan en colores,  clasificados por tallas. Las ideas son como las bacterias. Es el germen de otras cosas que veremos en el tiempo. Por eso se roban. Porque es una “bacteria” que lleva en  su interior alguna clave del futuro.  Y futuro es la gran quimera humana, al tiempo que genera desesperación por predecirlo, fabricarlo, moldearlo, determinarlo y hasta vivirlo antes que suceda. Todos se dirigen animados hacia algún futuro, pero en la desesperación por llegar o en la espera, obligan al futuro a hacerse presente. Y en ese momento lo asesinan. Así es como se produce el robo de ideas. A esas “bacterias” se las roba para matarles el gen de futuro que llevan dentro. Las ideas son “bacterias” extremadamente frágiles, fáciles de combinar o de contaminar. Por ese atributo,  el sistema que produce cultura, la prostituye y la convierte en una mercancía que se puede consumir. Esa idea (esa “bacteria”) ya no tiene el gen de futuro. Es una mercancía, es un fósil, que se puede consumir. Así se consuma el robo. Un robo que luego se vende.
La gente sencilla y corriente también produce cultura. En sus casas,  las calles,  los pueblos, las ciudades, en el campo y en los lugares más remotos de la geografía. Pero esa cultura no se ve. El conjunto del cuerpo cultural que la gente produce en forma anónima,  desinteresada y por la dinámica propia de la vida y sus necesidades primarias, nunca lo vemos. En  forma fragmentada aparece en el aparato ideológico de divulgación que tiene armado el sistema. Nuestra percepción sobre esa cultura es atomizada. No disponemos de medios materiales para verla. Carecemos de un criterio para valorarla. La cultura popular solo se mantiene en pequeñas comunidades, que tienen la firma convicción sobre sí mismo y sus valores. Es casi una condición de resistencia para no ser arrasados. Sus valores están siempre en pugna con la cultura del sistema y en no pocas ocasiones son vencidos.

El “Uso” y el “Abuso” son atributos de la “Mercancía” y condición necesaria para el que produce bienes y necesita como el agua,   sostener la idea central del “Consumo” como causa que unifica los deseos, voluntades y posibilidades de la gente. Esos dos aspectos trabajan silenciosamente en el interior del sistema cultural. Van creciendo en la misma medida que crecen las personas. A  más edad, más “Uso” y “Abuso”. En el mundo gentil y vaporoso, a los dos conceptos se les cambia el nombre y se los menciona como “Necesidad”.  Todos sabemos que las tres palabras son cosas distintas. Pero el sistema las ha homologado como sinónimos. Una mentira. Se dirá que es inocente, solo con  la intención de acotar las expresiones. Otra mentira. Y si seguimos, hay un montón de términos que en el sistema cultural del sistema, han cambiado de significado.  
Así, construir el edificio de la cultura  ha sido más fácil, porque se  han usado atajos y se han confundido o tergiversado los valores que dice tener, fomentar o sustentar. Entonces “Ser” y “Tener” han terminado siendo sinónimos. Todos sabemos que no lo son. Cuando escribimos,  leemos o analizamos los hechos y la vida de los  otros, aplicamos las distinciones de los términos. Pero en la vida personal no. Porque si elegimos y admitimos  que los términos son sinónimos,  entonces nos ahorramos el debate personal, interior,  reflexivo sobre quienes somos. Y las dudas las resolvemos en las tiendas o en los mercados o en los bancos. Mientras tanto el “Uso” y el “Abuso” van creciendo con nosotros. Y como nos sienta bien lo de los sinónimos, entonces preferimos llamarlo “Necesidad”. Pero si se trata de otro, entonces no hay sinónimo que valga. Es un “Uso” y “Abuso” en toda regla. Es decir, la cultura que produce el  sistema nos ha regalado otra de sus premisas básicas: el doble lenguaje,   el doble razonamiento, el doble pensamiento, el doble rasero, el doble sistema de valores.
La dicotomía, la doble faz, la doble versión, son consustanciales a la cultura que produce el sistema. Esa cultura no puede presentarse en su integridad. Necesita del eufemismo porque no puede confesar la verdad sobre los valores que defiende. No puede decir que los valores, los sentimientos, las emociones y los compromisos sociales y raíces de pertenencia, son “Mercancías” puestas en circulación para que la gente consuma. El sistema funciona con sinonimias,  eufemismo y metáforas. No puede ser concreto.  No puede decir la verdad. Necesita mentir para sobrevivir. Pero tampoco puede decir que miente. Entonces usa términos como “metalenguaje” y “pos verdad”,  para no decir que miente.
El sistema cultural ha prostituido a la metáfora, uno de los principales argumentos de la poesía. La ha puesto en otra función. La ha disciplinado como una función comercial a través de la propaganda y publicidad. La ha despojado de su valor literario y disparador del pensamiento. Al mismo tiempo ha vulgarizado la poesía. Metáfora y Poesía son elementos cruciales para el crecimiento de la vida y el pensamiento. Es de lo mejor que ha producido la capacidad humana. Es  un producto diferencial entre  las especies. Pero se han cambiado los significados y con  ello se ha oscurecido y confundido la comprensión de los hechos.
Se llama “Sensaciones” a las respuestas mecánicas de la gente, ante las acciones de provocación  emocional que el sistema produce a diario, a través de  su aparato ideológico de comunicación y entretenimiento. Una mentira. Esas “Sensaciones” son reacciones involuntarias. Esas “Sensaciones” no tienen emoción ni sensibilidad. Son efectos  tras una inducción pervertida. Pero para  el  sistema cultural, cumple  la misma función que la “Metáfora” poética. Es la cuota necesaria de emotividad,  que permita esconder la mecánica sistemática de vida, cuya principal característica es ser anodina,  anónima, disciplinada y neutra. Lo que el sistema llama “Sensaciones”, son mentiras asignadas al comportamiento y la comprensión de la gente sobre tal o cual hecho o acontecimiento. El sistema cultural funciona como un sistema radial de hongos producidos por la humedad en una pared.
En este esquema perverso de reversión de ideas, palabras,  frases y razonamientos no es sencillo ser rebelde. No es fácil cuestionar la cultura del sistema y sostener, al mismo tiempo, un esquema de pensamiento que no esté afectado de doble discurso, de doble faz.  La coherencia y la honestidad intelectual no son atributos naturales del ser humano. No vienen en el ADN. Ambas cosas son una construcción personal y colectiva. Pero si el paradigma colectivo es el opuesto, entonces esa construcción se vuelve más difícil y – con frecuencia – oscila en reflujos de avances y retrocesos hasta alcanzar algún punto de solidez, desde donde se puede continuar. Algunos lo consiguen y siguen adelante, otros lo consiguen y plantan bandera definitiva y muchos otros abandonan.
Parecer rebelde es relativamente sencillo. Se trata  de usar un lenguaje opuesto y mantener usos y costumbres que desentonen del uniforme social establecido por el sistema cultural. Se trata de hacer o producir cosas que contradigan el sentido común, pero que no lo cuestionen en su tronco y raíz. Ya se sabe que toda afirmación necesita de una refutación para volver a afirmarse. Todavía no está claro si parecer rebelde es  una bendición, que ha recibido el sistema para garantizar su sobrevida,  o  un invento del propio sistema, como anticuerpo necesario para matar la verdadera crítica.
Es posible que un rebelde aparente haya tenido en su comienzo, una auténtica convicción de interpelar al sistema y de proponer un cambio de paradigma. Pero la tarea no es fácil ni bien empieza la andadura, por eso no es condenable el abandono. Lo patético y nocivo es convertirse en una caricatura irónica de la persona con convicciones, que interpela a la sociedad y su cultura desde el pensamiento y la honestidad. No es  posible interpelar a la sociedad y revertir su sistema cultural si se mantiene el paradigma de que “todo se vende”, “todo es asequible a través del consumo”, incluso la protesta. Si los paradigmas personales  siguen siendo el “Uso” y el “Abuso” de bienes materiales y emocionales, además del consumo y la venta de ideas, pensamientos y valores, entonces la crítica y los reclamos se hacen con las mismas armas que el sistema, entonces la tarea es estéril.  Cuando los actos, pensamiento y valores de  conducta son los mismos de esa cultura mediada entre  el poder, los medios de  comunicación y la sociedad, entonces  la crítica es vacía.
Nada cambiará, si en  lo personal seguimos siendo tributarios de la   cultura del sistema. Las acciones y la construcción de futuro no se definen por el  discurso o por el traje de escena, sino por el  sentido que se le imprima a los pequeños actos  de la vida cotidiana. El futuro se construye en cada minuto, en cada detalle. Y el resultado es la sumatoria de todos esos instantes. No puede haber un futuro diferente a lo que  han sido nuestros actos presentes. La coherencia temporal de las  ideas, es condición  necesaria e ineludible.
No  basta el traje ni el oficio. Porque escribir, pintar, cantar, enseñar, investigar, esculpir, aprender, hacer música, ser austero, observador de  las cosas simples y elementales de  la  vida diaria,  aplicarse en ellas,  aplicarlas al uso cotidiano, no son  cosas de  esta cultura. Eso es de siempre. En todo caso esta cultura y el sistema que la produce, se valen de esas artes, habilidades y comportamientos, para traicionar a través de esas técnicas, la  esencia de los valores elementales de  la condición humana.   Pero todas esas técnicas, artes y oficios son una herramientas invalorables en la construcción de  futuro. Son instrumentos que esperan ser usados para construir futuro. Una construcción que en perspectiva tenga al progreso, la solidaridad, la naturaleza, la conjunción y la vida como elementos claves complementarios,  necesarios y obligatorios.   
***




Imagen: Grand Central Terminal. New York City. 1941

miércoles, 16 de octubre de 2019

EL LUGAR DONDE SE PLANIFICAN LOS DELITOS


Para el visitante desprevenido la escena es la de un escritorio corriente, pero estoy en condiciones de afirmar que es el sitio donde se escribe, se planifica, se hace el plan con todos los detalles, de lo que en apariencia es un poema o un aguafuerte, pero que en rigor es un arma arrojadiza.
Una especie de bomba casera que se puede usar de muchas formas, porque tiene una variedad enorme de funciones y utilidades. Solo depende del ejecutor del plan que tiene el artefacto de palabras, construido en este rincón de un lugar de San Telmo, semioculto en el corazón de una manzana próxima al Parque Lezama.
No les puedo dar más detalles. Solo decir que en el fondo de la imagen, en el extremo inferior izquierdo del vidrio de la ventana, están subiendo los paréntesis que brotan desde el jardín. Entre esos paréntesis, queda fijado el código apalabrado, que llevarán los textos que luego circularán por la red, las calles, los lugares  insospechados, hasta fijarse en alguno de ustedes. Así  el plan habrá cumplido su misión. Y el delito,  entonces, ya será vuestro.
***


 Imagen:  El Jinete Imaginario
(en FB @JineteImaginario – en Instagran @eljineteimaginario)