martes, 18 de junio de 2019

ESCRIBAMOS, ES PRECISO ESCRIBIR.


Hay tareas destinadas a trascender, aun cuando en estos tiempos aparezcan prescindibles y fuera  del “Mundo Real”. Es decir, el comercio de bienes y servicios, la captación de cerebros para adormecerlos y colocarlos en ese “justo” lugar que el “Mundo Real” les tiene asignado.
Hace muchos años, una periodista argentina llamada Paloma Efron – conocida popularmente como Blackie – comentó un mandato familiar, un consejo de su padre: “Cuando se te pierdan los libros de la Historia, entonces ve a buscar los del Arte. Ahí está la historia de la humanidad”. Tengo grabada en mi memoria esa declaración. Desde entonces pienso que el valor de los artistas trasciende su vocación personal, su interés particular y hasta los vicios hedonistas con los que a veces se practica alguna de las artes.
Escribir es una de esas artes. Igual que  todas, se expresa por una combinación de elementos reales, tangibles o  no, con elementos simbólicos. La escritura misma es una sucesión de símbolos que traducen un Habla, que a su vez se expresa en una Lengua. Ambas partes de un mismo sistema forman un lenguaje multiforme y heteróclito, que los escritores hacemos evidente a través de la grafía. Pero entre lo físico y lo psíquico, siempre hay una idea. Esa sucesión es un lenguaje que debiera contener las claves para el  futuro.
Escribir no ha sido igual en todos los tiempos. Pero en todas las épocas, la voluntad de escribir, la decisión, ha estado marcada por la necesidad de quien escribe de dejar testimonio. Escribir es siempre una introspección, aunque el resultado de la escritura sea tan amplio que abarque espacios humanos en distinta profundidad.
Pero en estos tiempos, la acción de escribir tiene un fundamento más que la de testimoniar. Es una tarea que implica algo más que mirarse o mirar a los otros, algo más que  describirlos o describirse. Porque en estos tiempos hay un mundo en eclipse, hay un espacio humano que permanece en las sombras, hay un costado de la humanidad que inverna, que respira latente, que espera su momento. Escribir hoy no paga bien en el “Mundo Real”, pero será decisiva en el mundo futuro.
Porque cuando termine la era de la estupidez, cuando se ahogue en su propia banalidad esta época “feliz” de entretenimiento y dispersión, cuando el planeta sea un territorio arrasado por la idea sinóptica, el pensamiento sintético y la voluntad arrolladora por acumular objetos, distracciones, placebos y sucedáneos, cuando las ideas ya  estén agujereadas y deshilachadas, entonces hará falta otra cosa.
En un futuro, los hombres y mujeres de ese tiempo buscarán otra cosa. Porque el instinto y el principio de conservación de la especie, tiene más peso que cualquier otra idea o apariencia de pensamiento racional. El vacío deberá ser llenado para poder respirar. La angustia por el abismo es tan cruel como el hambre. En los territorios yermos no crece más que la desesperación.
Cualquiera de las historias que leamos nos dice que esto ya ocurrió. No de la misma forma, pero el escenario era el mismo, los protagonistas diferentes y los diálogos similares. Son crisis recurrentes en la historia de la humanidad que provocan catarsis diferentes. La especie evoluciona a pesar de todo, el pensamiento siempre sale nuevo y renovado. Ahora recuerdo a la profesora de geografía explicando qué pasó después de la era glaciar.
Como tantas otras veces, serán necesarios testimonios desde cualquier perspectiva y en todas las versiones. Testimonios del hombre sobre los hombres, la humanidad, su condición y su aventura. La escritura entonces, ya no es solo un arte, una bella arte. La escritura es el código donde están las claves, que les permitan a los hombres y mujeres salir del pensamiento único del “Mundo Real”, para regresar al rumbo del pensamiento transformador.
En algún momento concluirá la era perversa de la estupidez, la  era de la tragedia constante por “Tener”, las ideas que uniforman en el “Mundo Real”, que fabrican anónimos y ausentes individuos sin pensamiento propio. Cuando eso ocurra,  las claves de la catarsis, de la reconstrucción y la evolución, estará en los testimonios que seamos capaces de escribir.
No hay ninguna posibilidad de futuro si no se puede comprender el pasado. No hay ninguna posibilidad de evolución si se pierde la memoria. No hay futuro sin transformación. No hay crecimiento sin diversidad de pensamiento.
Dejar testimonio de esos desafíos, en las formas y soportes que se quiera, es la condición necesaria si se pretende ser un escritor.  
El mundo necesitará de arte y artistas, de escritos y escritores. Ocupemos el sitio, antes que lo hagan los “Mesías”.

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Imagen tomada de la Red. Agradezco cualquier información para consignarla

jueves, 6 de junio de 2019

LA VIDA ES SOLO UN ANÓNIMO DE LA HUMANIDAD


La vida es vida, solo por el esfuerzo generoso de unas fuerzas y entusiasmos que encerramos en la palabra biología. Pero nunca vemos esos esmerados fervores por crecer, cambiar, mutar, convertir, transformar, desechar, construir.
Todo ocurre y no tenemos registro. Porque no hay mirada para los hechos sutiles, silenciosos y anónimos.
La vida es vida a pesar nuestro. Por alguna causa que se explicará alguna vez, no perecemos en ese movimiento constante, persistente y caótico del que no tenemos registro. En el día común, no hay quien quiera registrar. Tampoco hay preguntas. Y cuando no hay respuestas, entonces hay silencio mendaz. Suponer que nada sucede, mientras algo se disuelve bajo nuestros pies.
La vida no tiene nombre. Solo una substancia extensa, bravía, indomable, inabarcable, infinita. La vida será todo lo que sepamos ver. Todo lo demás, también será vida. Pero nosotros no la conoceremos jamás. Sabemos de otros espacios, otros ritmos, otras líneas que conducen hasta quien sabe qué. Pero el  miedo es ciego. Y no nos deja ver. Pero la conciencia es perversa. Y de a ratos nos corre el telón. A veces abre una ventana. Luego la cierra. A veces abre otra. Luego la cierra. Pero el miedo es sordo. Y no nos deja escuchar.
La vida no tiene traducción. Nada se puede traducir. Nunca se puede traducir, algo que ahora mismo ha dejado de ser lo que hace un instante era. Y antes fue otra cosa. Y después será otra distinta, parecida u opuesta.
La vida es eso que los filósofos estudian, analizan, definen y vuelven a estudiar. Hay filósofos que han ido a la luna alguna vez. Y han regresado sin ninguna explicación. Otros agudizaron su ingenio en la observación de los bajo fondos. Solo encontraron restos de lo que alguna vez fue.
La vida es un conjunto de cosas que la ciencia atrapa en miles de fórmulas, explicaciones, refutaciones, pruebas y contra pruebas. Los matemáticos apenas logran armar una metáfora de la vida. No en la fórmula, sino en la acción. Porque una ecuación, genera otra y esta misma se transforma en otras. Luego un silencio crudo, hasta que deducen otras fórmulas. Y un inmenso plano se va cargando de símbolos. Químicos y físicos acuden en su ayuda. El inmenso plano es un laberinto de caminos largos que terminan bloqueados y otras veces en un abismo. Un vacío que otra ecuación dará noticias. Una enorme metáfora, mientras la vida sigue ahí, respirando vaya a saber qué, para luego vestirse de algo que no sabremos cómo será.
En los perfiles del pensamiento de un día común, la vida es solo un anónimo de la humanidad. Nadie sabe quién es ni por dónde anda ni cómo se presenta. La vida no tiene nombre. Solo una idea genérica bajo sospecha de creación. Por eso se supone que es mujer.
La vida es eso todavía indefinible. La vida es eso que los artistas quieren atrapar o sentarse mano a mano en algún lugar. Preguntar y responder. Los artistas son esos sin miedo que se pelean consigo mismo para ver. Ver más. Ver más allá, más acá. Ver. Siempre ver. Por eso la vida los premia o creo que los premia y  los recibe de vez en vez. Quizá los abrace alguna vez. Pero siempre los suelta y los deja en sus preguntas, en el eterno soliloquio. 
La vida es eso que muchos dicen conocer, pero solo unos pocos se animan a expresar, con la vana idea de acertar.
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 Imagen de autor desconocido. Se agradece la información para consignarla .