martes, 16 de julio de 2019

NO QUIERO QUE ME DEN LA RAZÓN PORQUE NO PRETENDO DECIR VERDADES


No escribo para que estén de acuerdo conmigo ni me den la razón. Escribo para incitarlos a que me respondan, que registren la idea que tiro al aire o pongo sobre la mesa. Escribo para que haya al menos una pequeña reacción de vida, de pensamiento.  No se rebele si no es necesario. Tal vez no lo necesite. No hace falta que “trabaje” de revolucionario. El mundo está lleno de profesionales de la “Revolución”. Todos los días hay miles de personas que se ponen el uniforme de “Contestatario” y salen a hacer algún negocio,  que les permite  sostener una vida resuelta y con holguras.
Lo único que pido, es que alguna de las cosas que escribo (una frase, un grupo de palabras, alguna de las ideas  o asociación de ideas) le provoque algún pensamiento. Al menos alguna reacción que lo saque de la “dormidera”,  a la que estamos sometidos cotidianamente por el sistema. Un mecanismo al que debemos acudir obligatoriamente,  para solucionar nuestras cuestiones más elementales de sobrevivencia. La respuesta o reacción sería saludable y necesaria para usted y para mí.
Escribo porque cada día veo que padecemos una ausencia absoluta de propuestas,  que digan cómo hacer para no convertirnos en “muertos vivos”,  cómo no morirnos poco a poco cada día. Porque se ha impuesto definitivamente la idea de que “Pensar no da dinero… Y sin dinero no se puede respirar”. En estos casos, la palabra “respirar” se define como igual a consumir. Y consumir es igual a vivir. Aclaraciones pertinentes porque “nuestro sistema” es tan “generoso” que le da nuevo sentido a las palabras de toda la vida.
Escribo porque las palabras son como las gotas ozono que flotan en el aire, en los momentos previos a un gran aguacero. Esas lluvias que lavan, limpian, ponen en orden y despejan el aire que se respira. Porque la naturaleza tiene sus métodos y sistemas para protegerse de la escoria que produce la vanidad y la avaricia, esa cosa que se parece al sarro alcalino blancuzco y grisáceo que va obturando las cañerías de la vida. Pero nosotros no tenemos nada. Nada que conozcamos con eficacia probada.
Escribo porque pienso que las palabras son pensamientos. Y tal vez los pensamientos sean lo único que nos salven de la falta de aire. Una ausencia que si no la resolvemos a tiempo, entonces nos vamos poniendo cianóticos como muchos otros  con los que nos cruzamos a diarios. 
Escribo para abrir puertas y ventanas de esta casa nuestra, en la que convivimos a diario sin ser parientes ni amigos, pero estamos obligados a compartir. Escribo para que usted también abra las puertas y ventanas de esta casa nuestra. Tal vez consigamos que se instale un aire nuevo, que no sabemos cómo es, pero que sin duda será mucho mejor del que respiramos hoy.
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Foto y Edición de sarmiento-cms

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