No escribo para
que estén de acuerdo conmigo ni me den la razón. Escribo para incitarlos a que
me respondan, que registren la idea que tiro al aire o pongo sobre la mesa.
Escribo para que haya al menos una pequeña reacción de vida, de
pensamiento. No se rebele si no es
necesario. Tal vez no lo necesite. No hace falta que “trabaje” de
revolucionario. El mundo está lleno de profesionales de la “Revolución”. Todos
los días hay miles de personas que se ponen el uniforme de “Contestatario” y
salen a hacer algún negocio, que les
permite sostener una vida resuelta y con
holguras.
Lo único que
pido, es que alguna de las cosas que escribo (una frase, un grupo de palabras,
alguna de las ideas o asociación de
ideas) le provoque algún pensamiento. Al menos alguna reacción que lo saque de
la “dormidera”, a la que estamos
sometidos cotidianamente por el sistema. Un mecanismo al que debemos acudir
obligatoriamente, para solucionar
nuestras cuestiones más elementales de sobrevivencia. La respuesta o reacción
sería saludable y necesaria para usted y para mí.
Escribo porque
cada día veo que padecemos una ausencia absoluta de propuestas, que digan cómo hacer para no convertirnos en
“muertos vivos”, cómo no morirnos poco a
poco cada día. Porque se ha impuesto definitivamente la idea de que “Pensar no
da dinero… Y sin dinero no se puede respirar”. En estos casos, la palabra
“respirar” se define como igual a consumir. Y consumir es igual a vivir.
Aclaraciones pertinentes porque “nuestro sistema” es tan “generoso” que le da
nuevo sentido a las palabras de toda la vida.
Escribo porque
las palabras son como las gotas ozono que flotan en el aire, en los momentos
previos a un gran aguacero. Esas lluvias que lavan, limpian, ponen en orden y
despejan el aire que se respira. Porque la naturaleza tiene sus métodos y
sistemas para protegerse de la escoria que produce la vanidad y la avaricia,
esa cosa que se parece al sarro alcalino blancuzco y grisáceo que va obturando
las cañerías de la vida. Pero nosotros no tenemos nada. Nada que conozcamos con
eficacia probada.
Escribo porque
pienso que las palabras son pensamientos. Y tal vez los pensamientos sean lo
único que nos salven de la falta de aire. Una ausencia que si no la resolvemos
a tiempo, entonces nos vamos poniendo cianóticos como muchos otros con los que nos cruzamos a diarios.
Escribo para
abrir puertas y ventanas de esta casa nuestra, en la que convivimos a diario
sin ser parientes ni amigos, pero estamos obligados a compartir. Escribo para
que usted también abra las puertas y ventanas de esta casa nuestra. Tal vez
consigamos que se instale un aire nuevo, que no sabemos cómo es, pero que sin
duda será mucho mejor del que respiramos hoy.
***
Foto y Edición de sarmiento-cms
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por venir y dejar tu marca