miércoles, 24 de abril de 2019

¡QUE VIVAN LAS PÁGINAS EN BLANCO!


Reflexión del día después
Ayer fue el Día Internacional de Libro. Y mañana se inaugura la Feria del Libro de Buenos Aires. En los días previos y en los que seguirán hemos visto, oído y leído cientos de menciones y alabanzas al libro, la literatura, la lectura y los escritores.
Pero en el “Día Después” quiero rendir mi humilde homenaje a “LA PÁGINA EN BLANCO”. Esa insolente, permanentemente desafiante, canalla en sus transparentes condiciones, a veces noble, a veces traicionera, que se deja arrugar y planchar otra vez, le encanta que la borroneen, la manchen, la ensucien, la revuelquen en las mesas de los bares, en escritorios de todo tipo – aun en los mugrosos – que no se asfixia nunca, que siempre pide más y mientras más la cargas más satisfecha se siente.
Si no fuera por ella ningún escritor existiría en este mundo, si no fuera por ella ningún humano hubiera tenido verdadero sentido de lo que es el abismo: el de los otros y el de sí mismo. Si no fuera por ella no habría lectores y yo no podría estar escribiendo lo que estoy escribiendo, por el puro gusto de mancharla. Para que deje de ser “Blanca” de una puñetera vez. 



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Imágen: Arte surrealista. Grigoriou Panagiotis

lunes, 8 de abril de 2019

LA VEJEZ, EL AMOR Y LA QUIMERA


La vejez se  presenta, te recoge y te consuela cuando has perdido las esperanzas, renunciado a las quimeras y ya no sabes cómo enamorarte.
Tiempo de recuerdos, de páginas escritas y en blanco, de horas que no puedes, no sabes calificar.
La vejez se presenta para llevarte a la distancia en cualquier dirección. Sus horas son viajes de paisajes diáfanos, escenarios confusos, diálogos truncos, imágenes que no  siempre tienen continuidad, historias a medias.
La vejez se presenta y la memoria se convierte en un viaje a ninguna parte. Es solo un viaje. 
Entonces recordarás – quizá como un destello – que el amor fue el constructor de ti mismo.
El amor a ti mismo, hacia otros, hacia el entorno, hacia tu tiempo. Es el único abstracto al que abrazamos como si fuera real. Nuestra vida es una carrera acelerada por el afecto. Propio y ajeno. Y en algún momento, descubrimos que el mejor de todos es el compartido.
Cuando la vejez se presenta – si la recibes con dignidad – quizá te cuente que has crecido por el lado bueno de la luna. Ahí donde has ido a recogerte, luego del castigo abrasador de soles no buscados. Porque el sol bueno es el que viene de frente, al que miras en el horizonte.
Cuando la vejez se presenta, descubres que has llegado hasta ahí, sin estrategia, por una  utopía que no has alcanzado a descubrir del todo.  
Porque el amor, el afecto, la ternura, y todas sus variantes desequilibrantes, es lo que  te ha permitido equilibrarte en tu voraz obsesión racional por ser feliz.
El amor bajo cualquier condición, es siempre una quimera. 
Una quimera que te coloca lejos de toda renuncia, toda claudicación.
Incluso cuando la  vejez se presenta.


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Imagen tomada de la Red Pinterest y editada.


martes, 2 de abril de 2019

REALIDADES EN DISPUTA


En momentos de crisis, en esos períodos en los que creo que estoy perdido o que está  todo perdido a pesar de mi voluntad, entonces he corrido a refugiarme en el arte.
Pero no es cierto o es una verdad a medias. Solo busco expresar el momento de angustia. También intento buscar una explicación. Encontrar razones por un camino distinto del razonamiento discursivo. A veces, por el  método inefable, se llega a una conclusión coherente, convincente. 
Lo más probable, es que esas respuestas inefables tengan mejor conjunción con ese caos, en el que se desarrollan los días. No hay armonía, pero hay sosiego. Tengo la sensación de descubrir la verdadera cara del enemigo exterior y su confluencia en el interior. Ese enemigo que casi nunca sabemos dónde está y si lo encontramos no  se puede definir.
En los momentos de crisis, cuando no veo el camino o lo que veo se presenta  clausurado, entonces corro lo más rápido que puedo a encontrarme conmigo mismo. Son esas horas, en los que recuerdo (como un golpe brusco de memoria) dónde guardo las  armas emocionales y de pensamiento que me definen como humano. Todo eso que el caos urbano, social y cotidiano ha estado  robándome  en silencio, hasta convertirme en un anónimo. Ausente para los otros y  de mí  mismo.
No es al arte a donde voy. Es a mí mismo a quien estoy buscando. Es hacia ahí donde estoy corriendo – casi desesperado – para no abandonarme. Pero en esa carrera, también busco y encuentro los resultados que otros  han dejado de sus propias búsquedas y corridas. Porque en esos escenarios, a veces sublimes, a veces de luchas sin piedad, es donde se cuece eso que llamamos arte. Así como la vida es consecuencia del agua, el arte necesita vida. Pero el arte es necesariamente también, una consecuencia del fuego.
En ese camino de pensar y pensarme, mirar y mirarme, también recojo todo aquello que han dejado los que me han antecedido en este ejercicio y  batalla temporal. Pero no es el arte a dónde he llegado. Solo he buscado en él respuestas inefables que expliquen los absurdos sociales que arrinconan a diario a las personas.
Otros elijen otros  caminos para sobrevivir. En mi caso, recupero mi condición en ese  mundo incongruente, cargado de mensajes y leyendas de vida. Es donde se aprende la historia de la condición humana. Es donde aprendí a vivir. Es lo  que me ha dejado respirar todo este tiempo. Y el que vendrá.  


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Foto de autor desconocido. Se  agradece la información para consignar.