La realidad insistente me persigue con sus fueros.
Y yo, siempre consigo esquivarla. Le pongo distancia y ella siempre se
las ingenia por acortarlas, ella siempre respira mi aliento.
Tengo una bala de plata para matar las tristezas, para agujerear las
desilusiones, para perforar los desencantos, para destrozar los engaños, para
liquidar las añoranzas. Pero no la uso todavía. A veces estoy a punto de
hacerlo pero siempre pasa y pasa y pasa y no la uso.
En eso que pasa, pasa tu beso como un viento sereno traído desde lejos,
pasa tu beso como un río agitado, pasa tu beso, pasa el día cargado de imágenes
alentadoras, pasa tu beso sobre mí y me dice: “Abandona la bala de plata,
¡Súbete a mí! ¡Cabálgame! Te estoy esperando”.
Es así como le saco distancia a la realidad, es así como se alimentan los
días y guardo la bala de plata para otra ocasión.
Es así como nos prestamos el uno al otro para hacernos de nuevo. Es así
como sucede en otra realidad.
…
Imagen de Nicolás Roselló (@nicorosellophoto)
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