En momentos de
crisis, en esos períodos en los que creo que estoy perdido o que está todo perdido a pesar de mi voluntad, entonces
he corrido a refugiarme en el arte.
Pero no es cierto o
es una verdad a medias. Solo busco expresar el momento de angustia. También intento
buscar una explicación. Encontrar razones por un camino distinto del
razonamiento discursivo. A veces, por el
método inefable, se llega a una conclusión coherente, convincente.
Lo más probable, es
que esas respuestas inefables tengan mejor conjunción con ese caos, en el que
se desarrollan los días. No hay armonía, pero hay sosiego. Tengo la sensación
de descubrir la verdadera cara del enemigo exterior y su confluencia en el
interior. Ese enemigo que casi nunca sabemos dónde está y si lo encontramos
no se puede definir.
En los momentos de
crisis, cuando no veo el camino o lo que veo se presenta clausurado, entonces corro lo más rápido que
puedo a encontrarme conmigo mismo. Son esas horas, en los que recuerdo (como un
golpe brusco de memoria) dónde guardo las
armas emocionales y de pensamiento que me definen como humano. Todo eso
que el caos urbano, social y cotidiano ha estado robándome en silencio, hasta convertirme en un anónimo.
Ausente para los otros y de mí mismo.
No es al arte a
donde voy. Es a mí mismo a quien estoy buscando. Es hacia ahí donde estoy
corriendo – casi desesperado – para no abandonarme. Pero en esa carrera,
también busco y encuentro los resultados que otros han dejado de sus propias búsquedas y
corridas. Porque en esos escenarios, a veces sublimes, a veces de luchas sin
piedad, es donde se cuece eso que llamamos arte. Así como la vida es
consecuencia del agua, el arte necesita vida. Pero el arte es necesariamente también,
una consecuencia del fuego.
En ese camino de
pensar y pensarme, mirar y mirarme, también recojo todo aquello que han dejado
los que me han antecedido en este ejercicio y
batalla temporal. Pero no es el arte a dónde he llegado. Solo he buscado
en él respuestas inefables que expliquen los absurdos sociales que arrinconan a
diario a las personas.
Otros elijen
otros caminos para sobrevivir. En mi
caso, recupero mi condición en ese mundo
incongruente, cargado de mensajes y leyendas de vida. Es donde se aprende la historia
de la condición humana. Es donde aprendí a vivir. Es lo que me ha dejado respirar todo este tiempo. Y
el que vendrá.
***
Foto de autor desconocido. Se agradece la información para consignar.
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