lunes, 8 de abril de 2019

LA VEJEZ, EL AMOR Y LA QUIMERA


La vejez se  presenta, te recoge y te consuela cuando has perdido las esperanzas, renunciado a las quimeras y ya no sabes cómo enamorarte.
Tiempo de recuerdos, de páginas escritas y en blanco, de horas que no puedes, no sabes calificar.
La vejez se presenta para llevarte a la distancia en cualquier dirección. Sus horas son viajes de paisajes diáfanos, escenarios confusos, diálogos truncos, imágenes que no  siempre tienen continuidad, historias a medias.
La vejez se presenta y la memoria se convierte en un viaje a ninguna parte. Es solo un viaje. 
Entonces recordarás – quizá como un destello – que el amor fue el constructor de ti mismo.
El amor a ti mismo, hacia otros, hacia el entorno, hacia tu tiempo. Es el único abstracto al que abrazamos como si fuera real. Nuestra vida es una carrera acelerada por el afecto. Propio y ajeno. Y en algún momento, descubrimos que el mejor de todos es el compartido.
Cuando la vejez se presenta – si la recibes con dignidad – quizá te cuente que has crecido por el lado bueno de la luna. Ahí donde has ido a recogerte, luego del castigo abrasador de soles no buscados. Porque el sol bueno es el que viene de frente, al que miras en el horizonte.
Cuando la vejez se presenta, descubres que has llegado hasta ahí, sin estrategia, por una  utopía que no has alcanzado a descubrir del todo.  
Porque el amor, el afecto, la ternura, y todas sus variantes desequilibrantes, es lo que  te ha permitido equilibrarte en tu voraz obsesión racional por ser feliz.
El amor bajo cualquier condición, es siempre una quimera. 
Una quimera que te coloca lejos de toda renuncia, toda claudicación.
Incluso cuando la  vejez se presenta.


***



Imagen tomada de la Red Pinterest y editada.


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