jueves, 23 de agosto de 2018

*/ EL ARTEFACTO


Una vez, al principio del principio, se pensó que ese artefacto tecnológico era un invento maravilloso. Porque daba la oportunidad a millones de personas de compartir las mejores obras de pensamiento y el arte universal. Pero el encantamiento duró poco y casi nada. Hubo un ejército de listos que descubrieron que  EL ARTEFACTO tenía poderes hipnóticos. La gente seguía los mandatos que de él salían, como los niños siguieron al flautista de Hamelin. Pero EL ARTEFACTO no era el flautista y este mundo no era Hamelin. Más bien es un mundo donde las ratas son las que manipulan EL ARTEFACTO.
Ante este invento, la capacidad humana de pensamiento y reflexión  queda en stand by. Entra en estado neutro. Ya no más opio ni dormideras ni tranquilizantes. Las nuevas y antiguas generaciones se obnubilan frente a lo que se conoce en todo el mundo como LA CAJA BOBA. Pero lo bobo no es esa caja tecnológica que ahora – además – presume de inteligencia artificial, lo idiota, el componente idiota de la escena, es esa/esas personas que presumen de pensamiento y reflexión.
EL ARTEFACTO que pudo ser una auténtica FÁBRICA DE SUEÑOS, se volvió rancia, tóxicamente desmesurada. Lo peor, es que nada indica que las personas de las sociedades modernas puedan sustraerse a su influjo, más bien lo contrario.
Habrá que pensar, alguna defensa. No contra EL ARTEFACTO, sino para protegernos de los zombis que fabrica.
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El grafiti  es de Stephanie O Brien

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