La vida es
vida, solo por el esfuerzo generoso de unas fuerzas y entusiasmos que
encerramos en la palabra biología. Pero nunca vemos esos esmerados fervores por
crecer, cambiar, mutar, convertir, transformar, desechar, construir.
Todo
ocurre y no tenemos registro. Porque no hay mirada para los hechos sutiles,
silenciosos y anónimos.
La vida es
vida a pesar nuestro. Por alguna causa que se explicará alguna vez, no
perecemos en ese movimiento constante, persistente y caótico del que no tenemos
registro. En el día común, no hay quien quiera registrar. Tampoco hay
preguntas. Y cuando no hay respuestas, entonces hay silencio mendaz. Suponer
que nada sucede, mientras algo se disuelve bajo nuestros pies.
La vida no
tiene nombre. Solo una substancia extensa, bravía, indomable, inabarcable,
infinita. La vida será todo lo que sepamos ver. Todo lo demás, también será
vida. Pero nosotros no la conoceremos jamás. Sabemos de otros espacios, otros
ritmos, otras líneas que conducen hasta quien sabe qué. Pero el miedo es ciego. Y no nos deja ver. Pero la
conciencia es perversa. Y de a ratos nos corre el telón. A veces abre una
ventana. Luego la cierra. A veces abre otra. Luego la cierra. Pero el miedo es
sordo. Y no nos deja escuchar.
La vida no
tiene traducción. Nada se puede traducir. Nunca se puede traducir, algo que
ahora mismo ha dejado de ser lo que hace un instante era. Y antes fue otra
cosa. Y después será otra distinta, parecida u opuesta.
La vida es
eso que los filósofos estudian, analizan, definen y vuelven a estudiar. Hay
filósofos que han ido a la luna alguna vez. Y han regresado sin ninguna
explicación. Otros agudizaron su ingenio en la observación de los bajo fondos.
Solo encontraron restos de lo que alguna vez fue.
La vida es
un conjunto de cosas que la ciencia atrapa en miles de fórmulas, explicaciones,
refutaciones, pruebas y contra pruebas. Los matemáticos apenas logran armar una
metáfora de la vida. No en la fórmula, sino en la acción. Porque una ecuación,
genera otra y esta misma se transforma en otras. Luego un silencio crudo, hasta
que deducen otras fórmulas. Y un inmenso plano se va cargando de símbolos.
Químicos y físicos acuden en su ayuda. El inmenso plano es un laberinto de
caminos largos que terminan bloqueados y otras veces en un abismo. Un vacío que
otra ecuación dará noticias. Una enorme metáfora, mientras la vida sigue ahí,
respirando vaya a saber qué, para luego vestirse de algo que no sabremos cómo
será.
En los
perfiles del pensamiento de un día común, la vida es solo un anónimo de la
humanidad. Nadie sabe quién es ni por dónde anda ni cómo se presenta. La vida
no tiene nombre. Solo una idea genérica bajo sospecha de creación. Por eso se
supone que es mujer.
La vida es
eso todavía indefinible. La vida es eso que los artistas quieren atrapar o
sentarse mano a mano en algún lugar. Preguntar y responder. Los artistas son
esos sin miedo que se pelean consigo mismo para ver. Ver más. Ver más allá, más
acá. Ver. Siempre ver. Por eso la vida los premia o creo que los premia y los recibe de vez en vez. Quizá los abrace
alguna vez. Pero siempre los suelta y los deja en sus preguntas, en el eterno
soliloquio.
La vida es eso que muchos dicen conocer, pero solo unos pocos se
animan a expresar, con la vana idea de acertar.
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