Hay tareas
destinadas a trascender, aun cuando en estos tiempos aparezcan prescindibles y
fuera del “Mundo Real”. Es decir, el comercio de bienes y servicios, la
captación de cerebros para adormecerlos y colocarlos en ese “justo” lugar que el “Mundo Real” les tiene asignado.
Hace muchos años,
una periodista argentina llamada Paloma Efron – conocida popularmente como Blackie – comentó un mandato familiar,
un consejo de su padre: “Cuando se te
pierdan los libros de la Historia, entonces ve a buscar los del Arte. Ahí está
la historia de la humanidad”. Tengo grabada en mi memoria esa declaración.
Desde entonces pienso que el valor de los artistas trasciende su vocación
personal, su interés particular y hasta los vicios hedonistas con los que a
veces se practica alguna de las artes.
Escribir es una de
esas artes. Igual que todas, se expresa
por una combinación de elementos reales, tangibles o no, con elementos simbólicos. La escritura
misma es una sucesión de símbolos que traducen un Habla, que a su vez se expresa en una Lengua. Ambas partes de un mismo sistema forman un lenguaje
multiforme y heteróclito, que los escritores hacemos evidente a través de la
grafía. Pero entre lo físico y lo psíquico, siempre hay una idea. Esa sucesión
es un lenguaje que debiera contener las claves para el futuro.
Escribir no ha sido
igual en todos los tiempos. Pero en todas las épocas, la voluntad de escribir,
la decisión, ha estado marcada por la necesidad de quien escribe de dejar
testimonio. Escribir es siempre una introspección, aunque el resultado de la
escritura sea tan amplio que abarque espacios humanos en distinta profundidad.
Pero en estos
tiempos, la acción de escribir tiene un fundamento más que la de testimoniar.
Es una tarea que implica algo más que mirarse o mirar a los otros, algo más
que describirlos o describirse. Porque
en estos tiempos hay un mundo en eclipse, hay un espacio humano que permanece
en las sombras, hay un costado de la humanidad que inverna, que respira
latente, que espera su momento. Escribir hoy no paga bien en el “Mundo Real”, pero será decisiva en el
mundo futuro.
Porque cuando
termine la era de la estupidez, cuando se ahogue en su propia banalidad esta época
“feliz” de entretenimiento y
dispersión, cuando el planeta sea un territorio arrasado por la idea sinóptica,
el pensamiento sintético y la voluntad arrolladora por acumular objetos,
distracciones, placebos y sucedáneos, cuando las ideas ya estén agujereadas y deshilachadas, entonces
hará falta otra cosa.
En un futuro, los
hombres y mujeres de ese tiempo buscarán otra cosa. Porque el instinto y el
principio de conservación de la especie, tiene más peso que cualquier otra idea
o apariencia de pensamiento racional. El vacío deberá ser llenado para poder
respirar. La angustia por el abismo es tan cruel como el hambre. En los territorios
yermos no crece más que la desesperación.
Cualquiera de las
historias que leamos nos dice que esto ya ocurrió. No de la misma forma, pero
el escenario era el mismo, los protagonistas diferentes y los diálogos
similares. Son crisis recurrentes en la historia de la humanidad que provocan
catarsis diferentes. La especie evoluciona a pesar de todo, el pensamiento
siempre sale nuevo y renovado. Ahora recuerdo a la profesora de geografía
explicando qué pasó después de la era glaciar.
Como tantas otras veces,
serán necesarios testimonios desde cualquier perspectiva y en todas las
versiones. Testimonios del hombre sobre los hombres, la humanidad, su condición
y su aventura. La escritura entonces, ya no es solo un arte, una bella arte. La
escritura es el código donde están las claves, que les permitan a los hombres y
mujeres salir del pensamiento único del “Mundo
Real”, para regresar al rumbo del pensamiento transformador.
En algún momento
concluirá la era perversa de la estupidez, la
era de la tragedia constante por “Tener”,
las ideas que uniforman en el “Mundo
Real”, que fabrican anónimos y ausentes individuos sin pensamiento propio.
Cuando eso ocurra, las claves de la
catarsis, de la reconstrucción y la evolución, estará en los testimonios que
seamos capaces de escribir.
No hay ninguna
posibilidad de futuro si no se puede comprender el pasado. No hay ninguna
posibilidad de evolución si se pierde la memoria. No hay futuro sin
transformación. No hay crecimiento sin diversidad de pensamiento.
Dejar testimonio de
esos desafíos, en las formas y soportes que se quiera, es la condición necesaria
si se pretende ser un escritor.
El mundo necesitará
de arte y artistas, de escritos y escritores. Ocupemos el sitio, antes que lo
hagan los “Mesías”.
Imagen tomada de la Red. Agradezco cualquier información para consignarla
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