No hacer,
postergar todo hasta la próxima luna, dejar en la niebla del invierno las
mejores ideas hasta el próximo verano, es algo así como una estrategia para
alargar la vida.
Vanamente creemos
que la vida son esas pequeñas quimeras que fabricamos, en medio del fragor
diario, para que no nos duelan sus consecuencias.
Vanamente creemos
que postergar su realización, con la promesa de enriquecerlos mañana, alargará nuestras vidas.
Vanamente creemos
que la muerte recula ante ilusiones. Ilusiones que postergamos para mantenerlas
vivas, porque sabemos que se disuelven en euforia en el camino de realización.
Vanamente nos dibujamos días generosos en proyectos.
Ideas, propuestas y entusiasmos que edificamos como murallas para que el vulgar
sentido común no nos asfixie.
Vanamente damos
vueltas y crecemos en esa alegría que nos dejan
las ilusiones y en el empuje que nos dan nuestras quimeras.
Mientras la vida,
eso que el ritmo cotidiano llama vida y normalidad, tritura esperanzas y
venturas.
Mientras, seguimos y seguimos. Aunque no lleguemos a ningún lado
Mientras, giramos
y giramos. Sin poner el freno en la ilusión,
que termina en desilusión
Tal vez un día se rompa la cadena, se rompa la
monotonía de proyectar y proyectar.
Tal vez un día saltemos la barrera de la ilusión.
Tomemos la decisión.
Tal vez un día,
todas esas horas contrahechas, merezcan llamarse día.
***
Imagen: “A silhouette of a passer by in Malé”, FRANCESCO_ZIZOLA/NOOR. 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por venir y dejar tu marca