Todos los días
borroneando. Escribiendo cosas por acá y
por allá, en la casa, en el escritorio, en el autobús, en la calle, en el
mercado, en el café o cualquier otro lugar. Cuántas veces hubo que detener la
marcha en una esquina, solo para anotar lo que se acaba de ocurrir. Anotar para
que no se pierdan las palabras, para que no se mezclen las frases en la memoria,
para que el verbo se quede quieto, ahí donde el pensamiento lo ha puesto. Y si
no se puede anotar, entonces ya se sabe: repitiendo y repitiendo mentalmente
las frases o versos hasta que se grabe. Como un loco, pero caminando con cara
de cuerdo.
Al final, quizá no sean más que un par de frases
que solo prometen que habrá más. Pero la frase tiene cuerpo y entidad,
entonces podría ser un poema de verdad.
O tal vez no. O tal vez sí. Y en eso transcurren los días sucesivos y sus
viajes. En el tiempo, se van acumulando
una gran cantidad de ocurrencias o de "pedazos de poemas". Ese es el mejor nombre
que pueden tener estas frases. Quizá por eso,
nunca desaparecen.
Eso es lo que son
esos textos breves, esas frases, esas palabras que parecen que no dicen mucho,
que se presentan como metáforas de buena sonoridad o frases que impactan. Todos
esos trozos de poemas o relatos, en realidad son porciones de realidad, de pensamientos, ocurrencias, urgencias por declarar algo, precipitaciones
e incontinencias que se sirven como tazas de café. Son raciones de “Entusiasmo
por Contar”, “Trozos de Vida” que se ven, que se muestran, pero que en verdad,
son la punta de algo con mucha profundidad. Pueden imaginar el resto, con
absoluta libertad. Pero es importante que sepan cómo empieza este juego
de imaginar. Antes hubo que escribir y antes de antes hubo algo que encendió
una chispa que dio lugar a una frase, que se extendió en otras frases y después en otras frases. Armando una
enredadera de historias o un bosque de árboles complejos cargados de palabras
seductoras, atractivas, impactantes. En todo ese proceso hay vida, mucha vida.
Y hay algunos dispuestos a contarla
porque hay muchos otros dispuestos a escuchar.
©César Manuel Sarmiento
***
Imagen: Obra de
Quint Buchholz
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