En la soledad de este tiempo perdido no veo horizonte ni las puertas de la casa ni las ventanas ni el techo de la habitación ni los extremos de algún mueble. En la soledad de este tiempo no veo ni las miradas. Solo me anudo a la tuya. La única mirada de los únicos ojos.
En la soledad de este tiempo perdido solo te veo a vos encima de mí, cabalgándome desde el pecho, apretando de tanto en tanto mi diafragma para que siga tu ritmo y tu rumbo de amazona desbocada, que recorre estas horas desvencijadas como vencejo que reparte vuelo y primavera.
En mi soledad y en la de todos los hombres, siempre hay una mujer que anuncia los nuevos días. Pero ninguno será como el tuyo. Ninguno será tan armoniosamente inquieto como los movimientos de tu cuello y los gestos de tu cara, mientras cabalgas y diriges la mirada hacia un lado y otro, hacia arriba y hacia abajo, como quien reparte auroras.
En mi soledad de este tiempo
vencido solo hay espacio para mirarte desde abajo, como quien enaltece lo
desconocido, para tomarte de la cintura y levantarte tanto como pueda, sentir
tu cuerpo poderoso, para luego dejarte caer sobre mí, con todo el peso de un
futuro al que quiero abrazarme.
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Imagen de autor desconocido tomada de la Red
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