viernes, 3 de febrero de 2023

ESE MAR

Eterno comienzo.
Retiro, retroceso y de nuevo empezar. Así cada día.    

El mar llega hasta la orilla con la parsimonia de un elefante y sacude la  playa con la fuerza de un rinoceronte.

El mar y su perseverante constancia de sacudirlo todo, de revolverse a sí mismo, de retorcer sus propias entrañas y lanzarse sobre la orilla hasta aplastarla sin piedad.

La ola apenas es el extremo impulso de ese cuerpo mastodóntico. Es igual que un par de manos con los dedos abiertos en su máxima amplitud. Es un puño que lentamente se desprende, extiende sus falanges y atrapa todo lo que puede sobre la orilla y un poco más allá.

En su regreso, tras la avalancha de energía envolvente, vuelve a sus entrañas con la dulzura de una caricia que va repartiendo sobre la playa.

Mientras escribo, la siento sigilosa a mi costado. Percibo su tierna solidaridad. Silenciosa siempre con simples y breves estallidos de vez en vez. Ella es como ese mar.  

Es una ola que cuando rompe en la orilla, avanza y retrocede, sacude y se lleva todo, limpia y despeja la playa, golpea y humedece la arena seca. Vuelve hacia adentro. Se recoge, crece y regresa en una cresta. Se pelea con el viento, reparte rocío en el ambiente y anuncia su poderosa presencia. Nunca sabes qué dejará cuando vuelva en retroceso y se pierda otra vez en la profundidad, solo para tomar fuerza y volver otra vez.

Todas las horas que escribo, ella es como ese mar que todo lo puede. En cada avalancha de palabras, ella es esa ola que revuelve, ordena y les da otra identidad. Mis historias duran el tiempo que se tome esa ola en estallar. Parecen que tienen final pero es solo un descanso para volver a empezar. Ella es esa ola y ese mar. Y lo que escribo son eslabones de algo que siempre vuelve distinto, diferente, a empezar.

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Imagen: Dokar Medina Camaño (@dokar_mc_fotografo). Modelo: Luz (@luz_arte_vivo)

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