Para ser un escritor
Hay que saber bajar a los infiernos.
Hay que saber subir a la vida
Hay que saber caminar en los lugares donde se vuela
Y volar en los lugares donde se camina.
Ahí estaba la
encrucijada para amarla. Esa era la clave de su poesía. Ese era el estado
natural de las cosas. Ese era el verbo que debía conjugar si quería estar a su
lado. Eso era todo lo que necesitaba saber. Para escribir, ser poeta y amarla
al mismo tiempo.
En cinco breves
líneas, ella me enseñó a describir el único camino posible si quiero conseguir
lo que quiero.
Para escribir, ser
poeta y amarla al mismo tiempo, debes ser altanero contigo todo el tiempo. No
hay tregua en lo sencillo ni en la quimera. Hay un solo camino que se impone.
Mantenerse despierto, con los ojos bien abiertos, el pensamiento tenso, los
sentidos en alerta, la sensibilidad ajustada como un diapasón.
El tiempo entre el amanecer y la noche puede ser un instante o medirse como un siglo. Puede traducirse en alimento o en el peor de los desiertos. Puede ser albahaca, orégano y romero. Puede ser silicio, cal y carbonatos. Entre el día y la noche o viceversa, solo hay vida que se prende y que se apaga. Nada es puntual, todo es trascendente. Hasta el gesto más frugal, nos recrea en la memoria. La banalidad es lo único que no deja rastros, aunque queme en el instante.
Un día no es solo un
día. Si quieres escribir, ser poeta y amarla al mismo tiempo, entonces debes
saberlo. No hay tiempo, no hay treguas, no hay fugas. Solo así, entonces, escribes.
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El tiempo entre el amanecer y la noche puede ser un instante o medirse como un siglo. Puede traducirse en alimento o en el peor de los desiertos. Puede ser albahaca, orégano y romero. Puede ser silicio, cal y carbonatos. Entre el día y la noche o viceversa, solo hay vida que se prende y que se apaga. Nada es puntual, todo es trascendente. Hasta el gesto más frugal, nos recrea en la memoria. La banalidad es lo único que no deja rastros, aunque queme en el instante.
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