Gente diversa,
similar y parecida pero distinta. Muchas
de ellas se buscan. Algunas con miedos, otras con decisión. Otras con la convicción de encontrar otro universo en esos
desconocidos.
Hay gente que se
siente protegida cuando se junta con otros que tienen tantos miedos como ellos.
Hay quienes buscan afanosamente gente como ellos, que tenga los mismos miedos. Se
sienten tan similares que experimentan una sensación protectora. Comparten
dudas y temores. Especulan con volverse como las rocas al unir tantos miedos
similares, tantos temores.
A esa unión de temores y necesidades, en esa simbiosis de
amparo en el desamparo, a esos cuidados generosos para protegerse mutuamente,
le suelen llamar amor. Dicen y se dicen “quererse”. Y tal vez sea justo que lo
llamen de ese modo. Porque en el miedo, también se crean afectos genuinos.
Hay otra gente que
también tiene sus miedos. Tal vez tantos como los otros. Quizá muchos más. Los
lleva en alguna parte y no espera
compartirlos. Los va largando por el
camino. En sus diarios recorridos va largando miedos y adquiriendo otros
nuevos. Son los que eligen la intemperie y la soledad de sus miedos, temores y
prevenciones. Son los que eligen la orfandad ante sí mismo, ante la duda y no
buscan protección en las respuestas.
Son gente igual o
parecida a la otra gente que en la sutil diferencia de estilos, va armando vida
de profundidades diversas. Porque los miedos, cuando permanecen en el tiempo – aún cuando se esté protegido por otros
con los mismos miedos – dejan heridas. A veces para siempre, abiertas y sin
solución.
Pero la orfandad ante
sí mismo, solo deja cicatrices que va curando el agua de lluvia cuando se está
a la intemperie y el sol de los días cálidos. Cuando el propio sudor de los
desafíos van dejando sus huellas en el cuerpo.
Hay quienes viven
esperando una segunda oportunidad. Otra más que les permita tomar la decisión
que antes no tomaron. Pero la vida no da segundas oportunidades. Solo hay una.
Y las que siguen se pueden parecer pero nunca serán iguales.
Porque no es la
vida la que da las oportunidades. Es la
ambición personal, la confianza en uno mismo, la perseverancia en el ideal de
crecer, de ser mejor. Eso es lo que nos impulsa a volver siempre al camino. La
vida no nos da nada que no seamos capaces de construir, buscar, encontrar e
imaginar.
¡Seamos audaces!
Esa es la consigna y no resignemos nada de lo que se nos cruce por la cabeza.
Es preferible el
dolor de una derrota momentánea, a la
frustración y la angustia eterna de saber que nunca se intentó.
Es reconocible una
persona en la derrota o el retroceso. Pero es completamente desfigurada su
imagen y presencia cuando no se ha sido leal consigo mismo. Por más que se haya
intentado proteger al calor de otros con sus mismos miedos, temores y
vacilaciones.
En estos
menesteres de entornos invisibles, la vida es implacable.
Foto de Prabha Jayesh (en instagram @prabhajayesh )
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