Tiene una alforja cargada
De quimeras y realidades
De vida líquida, de sueños sólidos
De intereses de plata, de corazones traslúcidos
De hambre, de leyendas, mensajes, consignas, desafíos.
De pensamiento, de sentimiento, de razones, de emociones
Lleva inscripto en su espalda:
Que la expresión
apresurada no mate la metáfora.
Que el impulso
repentino no estrangule los verbos
Que la ansiedad por la expresión no mate la poesía.
Su cuerpo va cargado de palabras.
Va vestido con su historia y engalanado con retazos de
cuentos y poemas
En el hombro derecho tiene la flor de la derrota
A la izquierda, sobre el pecho, muestra al pájaro
en vuelo desplegado, imaginación rampante, música
estridente.
Su cara está marcada por voces
que dicen, que cuentan, también cantan
Pero no son ni fueron un coro. Tampoco lo serán.
No tiene melodía. Su expresión es un signo rasgado
De sonidos graves acompañados de silbidos
Que recortan los silencios que lo acompañan
Observa con desafío. Sonríe enamorado.
En la mejilla lleva una señal profunda de su interior
En sus ojos se entrevé la melancolía.
En el entrecejo lleva una marca que ella le ha puesto
En la boca la lleva a ella.
Tiene fuego en sus zapatos, arde en el camino
Lleva una marcha firma, sostenida, para que nada lo detenga.
Le queman las palabras, se incendia en sus relatos.
Carga un huracán en su mochila
Vientos alentadores que ella le regaló
Calza una mirada amplia, un abrazo envolvente
y un amor tatuado en
alguna parte.
Lleva escondido un beso.
Un beso eterno, expandido y profundo
para dejar en el corazón de su locura.
En la de Ella. En la de siempre, la de ambos. Y para
siempre.
Esos son sus datos. Así se lo ha visto.
Así es. Así se ha vuelto desde que ella
cambió el sol, refundó los días, inventó la vida,
la echó a rodar y lo metió dentro.
.
.
©
César Manuel Sarmiento
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San
Telmo, 22 de enero de 2018
Imagen: arte callejero de Banksy
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