Qué harías si te
dijera que nunca te amé. Qué harías con tu silencio, con esos silencios
profundos, luminosos, altivos y encendidos de enigmas. Qué harías con esa magia
de sugestión, que tan bien conoces y usas a discreción sin que me dé cuenta. Si
supieras que nada de lo que has creído es cierto, entonces… ¿Qué harías con tus
pasos seguros y la seducción envolvente que despliegas? ¿Serías la misma o no
serías? Tal vez descubras la banalidad de los gestos sin destino, que sin
víctima tu arte no tiene sentido.
Porque seduces desde
la certeza de que el seducido se invita a la seducción. Se entrega, se ofrece.
Entonces armas tu banquete. Despliegas erótica y fascinación. Tanto seduces que
te seduces. Te erotizas y me erotizas. Sostienes con tu cuerpo un vaho
perfumado que nos hipnotiza. Lo esparces con tu aliento. Me dejo hipnotizar. Me
estremezco. Me llevas a la conmoción. Lugar onírico trasmutado en ominoso
cuando te alejas.
Nada de eso me
importa, entonces. Porque estoy atrapado, sabiendo que estoy atrapado.
Hace tiempo que me
rebelo a destiempo. Hace tiempo que nos amamos a contratiempo. Mientras tanto,
me seduces. Me entrego a tu laberinto. Me pierdo, te busco, te encuentro, te escapas. Nos enredamos, nos peleamos, nos besamos, nos
alejamos, nos miramos, nos amamos, nos despedimos, nos llamamos. Hasta que no damos más, agotados por el
juego.
Al día siguiente,
volvemos a empezar, esta lucha desigual.
© César Manuel
Sarmiento
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San Telmo, 18 de
septiembre de 2017
Imagen: mural de Claire StreetArt
– París
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