A ella le gustaba leer…
Y a mí me gustaba ella.
Entonces…
Me hice escritor.
Para estar entre sus manos.
Para que hiciera de mí,
lo
que su imaginación quisiera.
Todavía la quiero…
Por eso todavía escribo.
Escribiré siempre.
Siempre escribiré.
Porque siempre…
Siempre….
La
amaré.
(Apuntes de un diario personal
que sigo escribiendo)
.
.
©
César Manuel Sarmiento
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San Telmo, 13 de octubre de 2017
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