He visto algunas veces a esa equilibrista que
sostiene la luna. Juega con ella. A veces te la presta para que también juegues
con ella. Alguna vez me ha subido a su luna y me ha paseado por el universo.
Una vez me la prestó para que jugara con ella. Esta equilibrista te puede
recorrer de la cabeza a los pies o a la inversa. Hacerte cosquillas en cada
vértebra o quedarse en tus oídos días enteros. También te propone que seas un
equilibrista. Te incita, te provoca, te ayuda pero no te enseña. Te anima y te
propone jugar fuerte con las emociones. En eso también es una equilibrista. Camina por los hilos
sensibles aún a riesgo de caerse. Juega con ellos como si fueran cuerdas. Se
enreda y se desenreda. Te atrapa, te anuda, te lanza y te recoge. A veces logra
que esas cuerdas produzcan música. Entonces baila. Baila ella, la luna y todo
el que se anime. Como sea, ella es la dueña de la luna. Esa que todos
quisiéramos tener.
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© César Manuel
Sarmiento
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San Telmo, 25 de julio
de 2017
Imagen de autor desconocido. Se agradece información para consignarla
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