domingo, 2 de julio de 2017

SOLO UN DÍA LUNES SE TE PUEDEN OCURRIR ESTAS COSAS

Una mañana te levantas y descubres que la sociedad que te propuso Rousseau y  el pensamiento crítico de Montagne, es casi imposible que llegues a verlo generalizado en la sociedad que vives. Solo en pequeñas dosis puedes probar algo de ese mundo, en alguna acción comunitaria aislada.

Una mañana te levantas y comprendes que la “Revolución” no ocurrirá en las próximas horas ni en los próximos días ni… en años. Pero lo que es peor, es que sientes que ya no puedes ni siquiera imaginar esa posibilidad. No tienes el impulso de la utopía. Porque si vives en un país como Argentina, entonces ya sabes que la sociedad que lo compone nunca hizo una revolución ni está dispuesta a hacerla. Pero en otros lugares también puede suceder lo mismo. España misma, estuvo muy cerca de lograrlo pero el impulso y la idea fueron asesinadas por un mismo golpe. En Argentina, esa utopía costó la vida de toda una generación y dejó marcada a la anterior y a la posterior. Todo ello por obra y gracia del poder y la destacable colaboración de gran parte de esa misma sociedad a la que perteneces.

Una mañana te levantas y reconoces que todo ha cambiado en estos años, que tienes más derechos que antes y que cuando no los tienes, entonces aparecen otros iguales que vos para decirte que es perentorio salir a reconquistarlos. Sabes que el poder represivo del Estado, de los que manda y siempre mandaron, está intacto, listo para intervenir, perfeccionado en sus métodos. Pero también sabes que mucho camino se ha andado y que ese poder ahora tiene unos límites que antes no tenían. Entonces recapacitas y reconoces que la “Revolución” no ha llegado ni llegará, pero exclamas: ¡Cuánto se avanzó! Al mismo tiempo tomas en consideración que cada tanto vuelves a retroceder junto al resto de la sociedad.

Una mañana te levantas y te das cuenta que estás siempre como el primer día. A veces porque te han quitado lo conseguido y otras porque quieres seguir avanzando más allá de lo conseguido. Entonces empiezas a pensar que la “Revolución” es eso que llevas dentro que te hace reactivo a los atropellos y al mismo tiempo no te deja descansar por la demanda de nuevos horizontes.

Una mañana te levantas y te dices: “La revolución será social y cultural o no será nada”. Y te lo remarcas porque, a cierta edad, ya has aprendido que la política no es una moral, a veces no tiene moral y a veces la tiene pero no se la puede o quiere  ejercer. La política es poder y el poder no siempre reconoce a la moral. También has aprendido que la moral no es causa ni instrumento suficiente para el crecimiento humano. La moral en ocasiones es una arena movediza que sucumbe ante los hábitos y costumbres. Además induce al interrogatorio inadecuado. Ninguna sociedad humana se construye y crece bajo el mandato del “deber ser”. Antes, si es que hay algo que preguntar, debería ser: “qué queremos ser”. Y en ese “queremos” está remarcada la idea de que se integren todos.

Una mañana te levantas y resuelves que no es necesario que te agites por la inminencia del cambio. Es imposible que llegue con la urgencia que lo necesitas, piensas o imaginas, y lo único que consigas es desilusión, resignación y desazón.

Así vistas las cosas, esa mañana que te levantas con espíritu reflexivo, que se te ocurre revisar las batallas de antaño y las por venir, que se te ocurre pensar en todas las “Revoluciones” que has participado y que no han triunfado, que te desafías por una nueva utopía, aunque estés advertido de las quimeras, esa mañana – entonces – es que has provocado una pequeña “Revolución” contigo mismo.

Y ya estás listo para las próximas batallas.

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