viernes, 12 de marzo de 2021

LOS OJOS QUE INTERPELAN

Escribir poesía no presupone hablar difícil. La poesía no está obligada a ser hermética ni quien la escribe a ser incomprensible. Pero tampoco puede ser didáctica y explícita hasta el hartazgo.

Porque quien lee poesía debe saber que no es una acción pasiva. Porque si quien lee no aporta imaginación, entonces de nada servirá que lea poesía.

La poesía es como esos ojos que interpelan. En algún momento sientes que te proponen, otras que te inducen, otras que te provocan, otras que te interrogan. 

Y algunas veces sentirás que hay una respuesta para una pregunta que no te has formulado. 

Entonces - si te animas - empieza esa búsqueda interior para saber dónde y cuál es esa pregunta. 

Ninguna afirmación es en vano, pueril, inocentes, desinteresada, casual o intrascendente. Una afirmación puede ser muchas cosas, pero esas no.  Con la poesía ocurre algo parecido. Solo que al pensamiento que expresa, luego hay que agregarle el adicional que interpela y propone. 

Escribir poesía lleva implícito un compromiso con las ideas y los laberintos sensibles. La emoción nunca es una circunstancia, sino siempre una consecuencia. Y aquí es donde interviene el lector de poesía. Sin esas emociones, nunca habrá poesía. Entendida la palabra en su máxima amplitud de comprensión y definición. 





















Foto tomada de la Red. Se agradece información sobre el autor para consignarlo.

 


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