CADA ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO ES UNA OBLIGACIÓN VOLVER A FLORECER.
Tengo los años
que tengo, más los que quise vivir, más los vividos de verdad, más todos los
años que quiero vivir.
En esa hermosa
aventura del tiempo siempre me acompañó mi entusiasmo, mi convicción, mi
creencia absoluta en la quimera de un mundo mejor, mi ilusión por la felicidad,
mí entereza en la contrariedad y la esperanza de que lo mejor del ser humano se
imponerse.
En todos estos
años he sido lo soy y no el que aparenta que soy ni el que dicen que soy.
Así será hasta
el final de mí tiempo.
FLORES, UN BUEN VINO Y UN LIBRO.
(una
“trilogía” para festejar lo vivido y lo años por venir)
A las 12:45 de
un 31 de enero llegué a este mundo hace ya 66 años. Me dijeron que ni bien
entré en este mundo, ya me dieron el
primer correctivo. Un chirlo en el culo para
que llorara. Eso
que hacen todos los bebés cuando nacen, pero que yo prefería pasarme ese trámite. Desde entonces, me he llevado siempre en contrapunto con la
sociedad y sus normas. No soy un contestatario al uso, pero soy un observador
crítico y constante, que no abandona nunca.
No me gusta ser
distinto, proclamar que soy diferente y mucho menos que se me note demasiado en
los entornos por donde circulo. Será por ese viejo axioma periodístico, que
dice que no debemos ser nunca el centro de la noticia ni ocupar el centro de la
escena. Pero por mandato periodístico soy observador, interrogador, crítico si
cabe y atento al discurrir de mi tiempo, su gente y sus circunstancias.
En otro tiempo,
a la gente con mi edad ya se la apartaba y se le indicaba el camino de la
espera. A que llegara el momento de partir de este mundo, con la promesa de ir
a otro mejor si eras bueno. Por lo tanto, la única propuesta de vida era
“pasarlo bien”, en esa terrible espera del adiós.
Pero tal circunstancia
no es mi caso. Tampoco el de muchos otros como yo, que deciden que a los 60 ya
es hora de pensar otra vida, pero en este mismo mundo terrenal. Lo del mundo
celestial y el tan promocionado paraíso lo dejo para otros que les resulta
placentera la imaginería. Lo mío es siempre terrenal, súper terrenal y lo único
“celestial” es lo que deviene de la imaginación, que me presta sus fantasías y
realidades, para que pueda escribir la poesía que creo que debo escribir. Y
digo “debo” en lugar de “quiero”, porque siento que la poesía es una necesidad
y quienes podemos hacerla, tenemos el deber de hacerlo.
A los 17 años,
cuando decidí ser periodista me propuse imitar a mi ídolo de entonces, Ernest
Hemingway. Quería ser corresponsal y escritor. Lo primero lo conseguí
relativamente pronto. A los 24 años me fui a España como corresponsal de una de
las 3 editoriales más grandes del país, Perfil. Pero no fui escritor en esos
años, como sí lo había logrado Hemingway en París. Eso me llevaría mucho tiempo
más. Y no terminé siendo escritor por el peso cultural y estético de París, Londres,
Lisboa, Barcelona, Madrid o los caminos de España. Me hice escritor por una
feliz historia pampeana. Alguien me llevó a la sombra generosa de un caldén. Y
ahí empecé a escribir.
Hemingway se
mató en 1961. Yo tenía apenas 6 años y sin noticias de su existencia. Cuando
concluyó su vida, tenía 63 años, tres menos que yo ahora mismo. En ese momento
ya era un escritor consagrado con Nóbel incluído. Claro, había empezado a
escribir profesionalmente en 1918. Escribir, para “Papa Hem”, era la gran
obsesión. No concebía la vida de otra manera. Aventura y escritura.
Yo he empezado
mi andadura de escritor mucho tiempo después.
Diría que empiezo a ser escritor con la edad que Hemingway decidió
terminar. Pero es así, porque para eso son tus ídolos. No obstante me alegro de
haber podido lograr esos dos grandes objetivos que tomé prestados a mis 17
años. Él lo hizo todo junto (para eso es el ídolo), yo lo hago por partes.
Y acá estamos
hoy “Mi
Entusiasmo” y Yo, con la satisfacción de haber sido un buen corresponsal,
miembro fundador del Club Internacional de Prensa de España , vicepresidente de
la Asociación de Corresponsales de España en un período y dos guerras (Malvinas
y el Sáhara ) de cobertura informativa.
Todo lo que
viene es el ancho mundo del escritor, el poeta. Y será pampeano en primer lugar,
por agradecimiento a la causa que me llevó a escribir. Y luego será de todos
aquellos a los que mi literatura les haya dejado algo. Todo lo que viene es una
nueva vida. Y al final - cuando sea, cuando llegue - podré decir que he vivido
dos vidas en el tiempo de una.
Foto: El Jinete Imaginario / Sarmiento - cms
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