jueves, 4 de julio de 2019

CRISIS


No es el país. Es el marco social, los grupos humanos, los intereses propios y ajenos.
¿Porque qué es el “País”?
Las decisiones.

No es la gente. Es la forma particular y  personal de relacionarse.
¿Porque qué es la “Gente”?
Es el anónimo reconocido y renombrado en su anonimato.

No son ellos. Es el nosotros con sus cargas afectivas y de pensamiento.
¿Porque quiénes son “Ellos”?
El pensamiento ajeno y colectivo, que se pega en las paredes de nuestra frágil arquitectura emocional. El pensamiento omnipresente que se nos impone como propio.

No es el presente. Es desconocer el futuro o saber que no hay futuro.
¿Porque qué  es el “Presente”?
Algo que no sabemos. Reconocemos el presente cuando pensamos o creemos en un futuro. Sin futuro, no hay presente. Hoy es pensar en mañana.

No es el hoy ni el ahora. Es no reconocer el pasado.
Tampoco es el ayer inmediato. Sino el tiempo profundo.
Porque el pasado es nuestro tiempo profundo.
Solo es pasado lo que guardamos en la memoria.
Todo lo demás es ausencia, anonimato, ignorancia, desprecio y negación.

No es el futuro. Es la falta de utopías. Es la falta de valor para pensar la utopía.
No es lo cotidiano. La crisis está en las quimeras.
No es la falta de empuje. Es la ilusión.
¿Porque qué es el “empuje” o la decisión o la convicción?
La ilusión no es un estado gaseoso, es el resultado sólido y concreto de creer.

Cuando se viaja con el equipaje equivocado, todos los caminos parecen extraños, todos los acompañantes son anónimos, todos los diálogos son ardores, todas las palabras son cinceles arrojados a una fragua que no descansa. Una fragua que devora esfuerzos, entusiasmos y todo lo que el pensamiento pueda proponer.

Las causas banales, angustias, contratiempos, esfuerzos vacíos, sobrevivencia y circunloquios en los que transcurre el diario trajín, donde se deterioran los días, los meses y los años, son los ambientes donde anidan y crecen los engaños. Es donde se compra Felicidad y Paraíso. Al peso, por metro, por litro, para un instante o para toda la vida.

Pero no hay ningún paraíso, aunque siempre estemos dispuestos a creer en alguno o inventarnos otro. Nuestra azarosa disposición a buscar la felicidad eterna, nos induce a creer que siempre estamos a punto de conseguir un paraíso que no sabemos cómo es. Tampoco hay acuerdo entre nosotros sobre cómo quisiéramos que fuera.

El paraíso es solo un árbol con ramilletes de pequeñas flores blancas, violáceas y azulinas, que brillan con fuerza a media mañana, en los días despejados de primavera.
Los otros paraísos son falsos espejos de uno mismo.
El paraíso del relato es  una falacia que se viste de utopía.
Una utopía que no cotiza en las apuestas urbanas,
Esa utopía es solo una idea crítica apagada antes de encender.
Esa es la crisis.

*** 





Imagen: sarmiento-cms

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por venir y dejar tu marca