lunes, 3 de septiembre de 2018

SOLO TIENES QUE MIRAR HACIA ADENTRO.


Escuché una frase que me impactó y luego me sorprendió. Dijo: “un libro es un objeto, por el cual podemos escuchar a los que no están a través de la mirada”. ¡Claro! Dije, luego de pensar unos minutos. Cuando leo toda esa sucesión de signos no hago otra cosa más que imaginar voces. Entonces recordé, se puso en evidencia, que mientras leo les cambio la voz a los personajes. Incluso siento que el escritor me habla en un tono diferente.

En fin, pura imaginación que yo tenía reservada exclusivamente a las imágenes. Siento el sonido del mar “En la costa de Valencia” y el aire fresco en “Regreso de pesca”, ambos de Joaquín Sorolla. Es muy fuerte esa sensación, porque las obras están en el Museo de Bellas de Buenos Aires, en una sala poco iluminada y un entorno radicalmente opuesto a un ámbito natural.

Recordé entonces que con el personaje de Nick Adams, en los relatos de Hemingway, yo tenía un trato casi de amigos. Y en cierto modo, alguna vez creí que me podía parecer al personaje de “Adiós a las armas” o quizá creía que me iba a enamorar como él lo había hecho. Si sabía y había sentido perfectamente las escenas, los ruidos, los tonos de voz, la respiración y las tensiones y emociones de “París era una fiesta”. Libro al que todo el mundo considera una obra menor, pero para un adolescente que quiere ser periodista es como la “Biblia”.

No voy a hacer una lista y contar todas las veces en las que los personajes estaban sentados junto a mí. Pero esa reflexión del comienzo es distinta. Es dialogar con ellos, saber que te están interpelando, que los podes tocar, están al alcance de tu mano, con el simple esfuerzo de saber mirar y escuchar el ruido interior que tiene la sucesión de letras, que son el camino que te lleva a donde el escritor y sus personajes te proponen y donde vos querés estar.

Ahora mismo tengo ganas de tomar café con Macedonio Fernández. Pero el bar La Perla de Once no está más. En el nuevo bar, la imaginación y las ilusiones son asesinadas sin piedad en la puerta, antes de abrir. Será entonces en el bar Británico o en el café de los Hermanos Cao. Se parecen al viejo bar La Perla. Los entornos ayudan, aunque no son determinantes como ya he comprobado con Sorolla.

Lo importante es que ahora sé que las letras también respiran. Igual que yo. Esos personajes también respiran igual que yo.  Lo sabía. Alguna vez lo he definido artísticamente, como un pensamiento de raíz intelectual, pero nunca pensé que me era tan propio.

Ahora sé que ellos me hablan y yo los escucho con mis ojos. Hasta puedo dialogar. Me responden más cosas de las que puedo preguntar. Todo depende de saber mirar, dónde mirar y sentir las voces interiores. Es simple, solo tienes que mirar hacia adentro.

***



Imagen tomada de El Libro de los Libros de Quint Buchholz

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por venir y dejar tu marca