Hay días en los que es más lindo dar un beso que recibirlo. Abrazar a ser
abrazado. Mirar al otro antes que a uno mismo. Porque hay días en los que
pensar en el otro, también es una forma de pensar en uno mismo. Porque no
siempre alterar y alborotar el ego es quererse en serio. Adularse sin sentido
produce solo fascinación por algo que uno no es. Porque alentarse a luchar por
un camino que se desconoce, no se eligió y no se sabe para qué se está ahí, es
simplemente alegoría de la estupidez, eso que llaman “autoayuda”.
Hay días que es mejor pensar en el otro. Hay días en los que pensar en el
otro, es la mejor forma de llegar a uno mismo. Y si a ese otro no lo
tienes cerca, no importa. Piénsalo
tanto, invócalo tanto, que al final lo llevarás puesto en el cuerpo por el
resto del día.
Así es cuando se ama, quiere o desea al otro. Así pueden ser los días en
los que uno no quiere que todo sea disperso, anodino, triste, deshilachado,
hasta terminar enredado en madeja de
nada.
Piensa en el otro, piensa en besarlo y abrazarlo. Piensa y dale rienda
suelta al sentimiento. Lárgate a la carrera a buscar ese otro que te hará bien.
(papeles de Diego Bugallo)
***
Street art. Imagen de Buenos Aires
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