Tantas veces
vivimos lo vivido. Tantas veces nos amamos. Tantas veces amamos como amarnos.
Tantas veces nos leímos, nos escribimos, nos corregimos, retocamos, tocamos, manoseamos y nos delineamos para estar y volver a ser. Para
vivir lo que nos llevó a amarnos y nos mantiene enamorados. Tantas veces me
convocaste a la poesía. Tantas veces te vestiste de poesía solo para
iluminarme, sorprenderme, asombrarme y abrazarnos. Hasta quedar abrasados.
Tantas veces me llenaste de poesía, que llegué a imaginar que vivías en el ella
y yo dentro de Ella… Transfigurada Ella como hembra, como mujer y poesía. Tantas
veces me provocaste… ¡Tantas!
Creo haber aprendido. Creo haberte comprendido.
La poesía exige
cierto grado de desnudez. No se trata de quitarse las ropas, que también podría
ser. Se trata de otra desnudez. Se trata de una acción similar a despojarse de
todo, con la idea de abandonar los vestigios de
los caminos pasados, de todo lo caminado. Solo quedarse en lo profundo
que dejaron los caminos, en la intimidad de lo caminado. La poesía se trata de
un viaje de sinceridad hasta el interior profundo de uno mismo, en su condición
humana. La poesía es estar despierto a
los ruidos, silencios o sonidos armoniosos del alma. Al final comprendí que la
poesía es igual que estar a tu lado. Y estar a tu lado, siempre te lleva a la
poesía. Porque la poesía y amarte, finalmente, han terminado siendo lo mismo.
No me lo has
dicho. Solo para dejarme inquieto. Solo para darme el placer de descubrirlo.
© César Manuel
Sarmiento
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San Telmo, 5 de octubre
de 2017
Imagen: Richard Avedon
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