miércoles, 27 de diciembre de 2017

DESAFÍO

Quiero que sepas. También crezco con tus prohibiciones, con esos límites que tan aficionada eres a colocar. Cada vez que me sentencias con una de ellas, mientras te alejas y luego desapareces, entonces creo ver el gesto que llevas. En el momento posterior de  la condena, seguro que te reconoces en actitud desafiante: “¿Y ahora…?”.
Todas esas veces, mi reacción, mi respuesta  es invariable. Pongo en funcionamiento todo lo que tengo disponible y que sea posible usar en algún experimento creativo. Aprendí hace tiempo  que te gustan esos desafíos afectivos. Te gustan tanto como ese ejercicio de fugacidades y sugerencias que tan bien manejas. Oscilas entre el sexo y el verbo, entre el cuerpo y la palabra. Nunca sabes en que parte has dejado olvidado el amor.  Aprendí  que no me condenas. Solo me desafías. Aun sabiendo que puedes perder en ese juego. Pero eres aficionada a los peligros. Sobre todo a los que producen tus fantasías, tan próximas al erotismo y a las profundidades del alma. Y en ese riesgo consumas tu placer, al tiempo que esperas descubrir en qué lugar te está esperando el amor. ¿En el sexo…? ¿En el verbo…? ¿En el cuerpo o en la palabra?  O tal vez en todos ellos a la vez.

 


© César Manuel Sarmiento
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San Telmo, 5 de octubre de 2017


Imagen: obra de Max Gasparini












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