sábado, 9 de diciembre de 2017

MIRADAS Y DISTANCIAS


Las miradas a distancia son como las lentes  de dos caras pulidas por diferentes orfebres. Parecen iguales, se ven iguales, se perciben iguales, pero son diferentes. A veces de un lado es cóncava y del otro convexo. A veces son iguales de ambos lados pero levemente diferentes, sutilmente más pulidas de un lado que de otro.
A veces la luz se descompone de un lado y se unifica en el otro. A veces hay arco iris en ambos lados. En algunas ocasiones se produce un haz de luz que quema todo lo que se expone del otro lado. Hay momentos en los que se producen luces cegadoras. En algunas circunstancias, las miradas de un lado se diluyen apenas en su paso al otro lado y parecen imperceptibles. Pero se sabe de algún caso en donde la mirada se descompuso en infinidad de colores, hasta dejar absorta a la que estaba del otro lado. Y se sabe de otro suceso en que ambas miradas, al mismo tiempo, recibieron el mismo impacto.
Los traspasos a través de la lente son siempre transgresores. La lente está ahí para que se reconozca una valla, un obstáculo, un impedimento, un contratiempo, una dificultad que no es absoluta. Está ahí para molestar y convencer a los que pretendan violarla que no lo hagan. Pero las miradas son transgresoras. Aun las inocentes. En las miradas nunca hay inocencia, siempre hay complicidad, aun en los rechazos. Todas las miradas llevan el mensaje implícito de “quiero que me entiendas”. Porque las personas están siempre necesitadas de que alguien las entienda, las comprenda. Aun en los rechazos y en las imposiciones de distancia, esa mirada severa o amenazante lleva el código “quiero que me entiendas”. Pero no siempre sucede. Porque la lente que han sabido pulir los contendientes, no es precisa hasta la perfección. La lente que han sabido construir, es solo una mirada de su propia mirada.
La lente no es como los espejos, pero a veces cumplen una función similar. Hay miradas que ven en la otra, su propia mirada. Hay miradas agudas que examinan hasta la médula a la otra mirada, para encontrar los parentescos que las llene de placer. A veces la lente contribuye a la exaltación. Descompone las miradas en una gama enorme de matices y colores. Distorsiona levemente la mirada para que la otra crea que son gemelas, forman una unidad, están llamadas a ser  una para la otra. Esas fascinaciones se pueden lograr a través de una buena lente. A veces los orfebres se esmeran para que nada falle. Pulen sus respectivas caras al mismo tiempo. Sincronizan los tiempos de trabajos, la intensidad y fortaleza del entusiasmo, para pulir su lado.
Pero hay que saber jugar con esas lentes. Se necesita ser buen orfebre. No bajar nunca la guardia y estar atento a la sincronización con el otro orfebre. Porque la lente es de dos caras.  Igual que las miradas. Pero si no usas las graduaciones adecuadas, puede que en el tiempo se vayan desfigurando. Se rompa la magia de la primera transgresión, se distorsionen las miradas, se transformen en miles de miradas. Y no encuentres las luces que creías ver, que viste alguna vez o tal vez no viste nunca y solo fue una magia. Una magia llena de luz. Algo que la lente supo fabricar para esas miradas que se cruzaron un día. Y al cruzarse se dijeron “quiero que me entiendas”. Al tiempo que la otra dijo “quiero entenderte”. 


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© César Manuel Sarmiento
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San Telmo, julio  de 2017



Imagen de autor desconocido. Se agradece información



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