Hay noches en las que hago un
esfuerzo para no pensar en ti. Es la única forma de conciliar el sueño. Si no
es así, entonces ya sé que intentaré escribir algo. Puede que pase mucho tiempo intentando armar un par de frases. A veces he logrado escribir un texto
largo. Otras veces he terminado durmiéndome
para no aceptar la derrota. Esa que te impone la falta de una idea
que merezca la pena ser escrita. A veces he tenido ideas que al final no he
escrito. A veces sí lo hice, pero las he desechado. A veces le he tenido miedo
al ridículo. A veces pienso, dudo, creo que son una cursilería. Y aunque trato
de convencerme que tu lectura me salvará de esas desgracias, corregirás mis
vaguedades, me da pudor que las leas.
¡Ya sabes! Aunque lo intento, no puedo sustraerme al temor de no presentarme
limpio de palabras ante tu mirada. Esto es lo que sucede cuando estás ahí,
cuando te siento tan cerca que pareciera que diriges mi mano cuando escribo.
Cuando me distraigo ante tu mirada. Cuando me concentro en tu mirada. Cuando
disfruto tu mirada. Eso es lo que ocurre cuando estás ahí. Y no hay forma de
evitarlo.
© César Manuel Sarmiento
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San Telmo, 20 de septiembre de 2017
Imagen de autor desconocido. Se
agradece la información para consignarla.
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