lunes, 15 de mayo de 2023

QUIERO CREER Y CREO

A veces, me gusta creer que es cierto. Lo siento tantas veces en el día que no puede ser otra cosa más que la certeza absoluta. Amarla es el delirio predilecto de mis días de absoluta normalidad. En el flujo anodino de la corriente constante de urbanidad laboriosa, yo la traigo ante mí, como signo de la auténtica rebelión de los espíritus y las  almas transgresoras. Amarla es el punto de encuentro con la vida, es el lugar donde se citan todas las conspiraciones y tejen alianzas todas las  rebeliones.

A veces quiero creer que es cierto. Fuerzo la certeza y llevo mi convicción hasta el punto extremo de la fatiga. Pero a veces me agota más la duda. Me ocurre justo cuando la curva del día intrascendente, alcanza su máxima abertura.

Se va gastando el sentimiento solo de distancia. Entonces siento que aparece de repente y me empuja. Me introduce otra vez en su mundo, esa historia que no puedo describir. Vuelvo entonces a subirme al delirio sustancial de imaginación y pensamiento. Vuelvo a convencerme que todo es cierto. Entonces digo, mis certezas son más verdad que la propia realidad. No hay fuerza banal y rutinariamente desabrida, que pueda contradecirlas. Aunque siempre me quedo en la duda de no saber si el amor es ella o ella es el amor.

En ciertos momentos, solo soy un diletante que se deleita en las circunstancias comunes. Me vuelvo un personaje que trajina debates, hace relatos como discursos, tiene soliloquios y diálogos silenciosos, como disputas ocultas al común de la gente. A lo largo del día, todo se convierte en una auténtica batalla clandestina por la belleza, en el interior de uno mismo y en el cuerpo de ella que todo lo contiene. Al llegar la noche, solo se sostiene mi firme certeza de amarla. Y la duda de no saber si el amor es ella o ella es el amor.

Quiero creer y creo, porque la auténtica razón de mi creencia es amar lo que pienso y creo. Y cada vez que se agota el sentimiento y estoy a punto de ser un descreído, suspicaz y pendenciero, entonces aparece ella para decirme “gracias por ser parte de mi vida”.

Se encienden los mimbres del hombre común, se lustra la madera interior y se apartan los brillos caducos. Entonces se desarman las estrategias del hombre corriente. Y vuelvo a instalarme cómodamente en el delirio. Vuelvo a calzarme el traje invisible que un día me dio, para que sea el hombre más feliz en este mundo, sin que nadie sospeche por qué ni para qué.

Porque creo en eso que quiero creer y creo. Porque la causa de todas mis fuerzas, es pensar que es cierto eso en lo que creo. Porque no hay ninguna realidad más poderosa, que esa que surge de las batallas donde se dirime la duda sobre si el amor ella o ella es el amor.

Luego, tras las fatigas estrujadas al sol y puestas a ventear bajo el caldén, estiradas y trapeadas las bondades contra el viento, perfumados los cuerpos en aromos, solo queda en lo que creo. El día, con ella, es siempre un alegato a la razón. Para sostenerse, es preciso creer. Estar dispuesto a creer en todo lo que dices que crees y solo creer en lo que sientes. Todo tiene su lógica y una razón personal. Aunque persista la duda de no saber si el amor es ella o ella es el amor.

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Imagen de Suse aus Mecklburg (@suse.photo). Modelo @cybele_devi

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