viernes, 5 de noviembre de 2021

LUCERO EN MI PENUMBRA

Si algo le faltaba a la tarde, era el lucero que pedía la noche para ser noche. Para ser horas que se alumbran en penumbras. Para ser tiempo febril en el brillo de la mirada. Para ser audacia agazapada en la boca. Para ser latido en el pecho, en el beso y el abrazo.

La noche llegará, sin duda, lucero mensajero. No sé. Quizá no importe. Solo sé que estás aquí. Has venido para que la noche sea noche, para que deje todo lo que tengo, entregue las defensas de palabras y me deje llevar.

Si algo me faltaba en este día, era que aparecieras y me llevaras. Me tomaras en silencio, sin palabras, solo me llevaras. Y me abandonarás entrada la noche, en las líneas cálidas de tu cuerpo.

Si algo me faltaba para sacudir la torpe y obtusa monotonía, era sentir el viento fresco del otoño, recorriendo la espalda, para dejarme desnudo, erizado y conmovido.

Si algo estaba necesitando, era ir desenvolviendo pensamientos, dejarlos repartidos por la casa, ahí donde mejor se acomodaran. Más tarde, cuando las horas fueran propicias, quizá se unieran otra vez para contarme otra realidad. Cada tanto, se rebelan contra mí. Mucho más cuando apareces tú.

A tu lado, las noches han sido siempre vibrantes, aunque estemos sin movernos y en silencio. En esos momentos, el único ritmo que tenemos es el del corazón que se expresa por las manos. En cada pestañeo, burbujas de luz nos iluminan de a poquito cada vez.

La noche ahora es más noche y el lucero brilla con más intensidad. En mi penumbra, ella es el lucero. Es una luciérnaga que habita dentro de mí o creo que está dentro de mí. No lo sé. Solo sé que cada noche entrega tanta luz, que la profunda oscuridad se vuelve claridad.

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Poema publicado en Te Besaré A Quemarropa (agosto 2021)

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Imagen: foto de Sandra Cattaneo Adorno







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