miércoles, 1 de abril de 2020

SOLO NOS MANTIENE LA PROEZA DE ENCONTRAR UN NUEVO FUEGO


Nuestra realidad hoy, no la determinan los gobiernos ni el poder económico ni las ideologías ni las burocracias de las instituciones, aunque pensemos que algo de eso está ocurriendo. Nuestra realidad hoy la impone y conduce la incertidumbre.
No somos nosotros los que fabricamos nuestra realidad en interacción con el entorno social y natural. Hacemos un esfuerzo supremo por crear una realidad y ser coherentes y consecuentes con ella. Y aunque pensemos que lo conseguimos, solo hemos logrado ser disciplinados en el silencio y el aislamiento. Nuestra realidad es el vacío.
Se nos ha dicho que llamarnos a la quietud y el aislamiento es la solución a la emergencia y el único camino que nos llevará al futuro. ¿Cuál futuro? Para eso todavía no hay respuesta. Porque quienes planificaron y dirigieron nuestro futuro, en la aceleración sin sentido de una revolución tecnológica sin valores ni condición ética, no saben hoy qué harán ellos mismos consigo mismo.
El poder de siempre se ha quedado desnudo. Ha mostrado sus grietas, sus inseguridades y no da señales de poner sobre la humanidad una receta magistral, determinante y absoluta – como ha sido su costumbre – para  que la sociedad entera se encolumne y camine convencida hacia una normalidad. ¿Cuál normalidad? ¿La misma que nos ha llevado a este vacío? No lo saben. No por desidia en pensarlo ni por estrategias ocultas de reafirmación de su propio poder. No es por eso, es porque no saben qué sucederá con ellos mismos.
Se nos ha dicho y nosotros repetimos disciplinadamente que estamos en guerra. Pero no se nos ha dicho contra quién. Y los que intentaron descubrirlo se encontraron con el vacío. Una guerra – tal como las hemos conocido – necesita un enemigo. Ese enemigo puede ser un Estado, una sociedad en particular, un grupo tribal, una asociación de malos como en los comic, pero en todos estos casos hay un factor humano. Y cuando hay factor humano, entonces hay violencia. Una violencia que aumenta hasta que un día reaparece el factor sensible, empático, solidario, lo mejor de la condición humana y entonces se acaba la guerra.
Pero en esto que vivimos hoy, que definen desde el poder como “guerra”, nunca hemos visto al enemigo, jamás tuvimos noticias de un ejército, abandonamos el campo, la ciudad y todos los sitios posibles para una batalla. Y nos aislamos. La orden es que no haya ejército, que no nos juntemos, no nos toquemos, no nos abracemos, no hagamos nada de lo que siempre hacíamos. En esta “guerra” no hay soldados que se abracen antes del combate y celebren la victoria o se consuelen tras la derrota. La estrategia es el silencio y el vacío. El dolor se conoce a la distancia y solo por noticias. Lo único que presentimos como real es la muerte.
En el silencio y el vacío del espacio, ante la absoluta falta de ideas y la  incertidumbre hecha realidad, se ha impuesto un paradigma. “Cuidarse a sí mismo y cuidar al otro es no verlo, no tocarlo, mantenerlo a distancia”. Se aplica la frase y el mensaje de “porque te quiero, te quiero lejos”. Un contrasentido para nuestra historia y memoria emotiva. Porque el mensaje, está reñido con lo que sabemos y conocemos de la condición humana.
Si supiéramos que el paradigma futuro será ese y no otro, entonces tomaríamos conciencia de la tragedia. Y a la incertidumbre actual le agregaríamos más incertidumbre, desazón, desamparo y soledad. El silencio y el vacío de hoy no sería una emergencia. Y esa es nuestra duda hoy.
Paradójicamente nuestra esperanza no es una certeza ni una quimera, es esa duda. Es tan potente la amenaza biológica, la emergencia social, científica y tecnológica y la ausencia de ideas, planes y estrategias,  que nos aferramos a la duda.
En esta supuesta  “guerra” sin armas es tan omnipresente la muerte inevitable, la muerte sin condiciones, la muerte sin lucha, la muerte como fatalidad que no sabemos cuándo nos tocará, que elegimos la duda como bandera para que no se nos apague lo último que nos queda: la capacidad de supervivencia.
Instalados en la duda, hacemos planes. Volvemos al pasado. En medio del silencio y el vacío buscamos afanosamente en el pasado, lo mejor de nosotros mismos, los mejores tiempos, la anécdota precisa, la historia concreta. No lo hacemos por nostalgia sino porque en la duda buscamos armas, ideas, elementos que nos permitan pensar en un futuro.
Planificamos cosas y enviamos mensajes de afectos, proponemos planes y esperamos desesperadamente las respuestas. Porque no hay guerra ni virus ni emergencia biológica planetaria que mate la condición básica del ser humano: su dependencia del otro. Lo grupal y compartido está en la esencia de la especie, como en casi todas. La naturaleza nos hizo así, aunque la irracionalidad aplicada en nombre de la razón, nos haya querido convencer de lo contrario.
En el silencio y el vacío, al que fuimos confinados en estos días de emergencia, nos hemos instalado en la duda para pensarnos como individuo, para imaginarnos como grupo y poder sostener una idea de futuro. Cada uno con sus armas y recursos está empeñado en esa tarea ahora mismo, aunque no se diga ni se note. Nadie confiesa sus miedos y mucho menos sus dudas.
En este aislamiento de ausencia absoluta, sin contornos reales e  imaginarios, solo acompañados por “lo que fue” e ignorantes de “lo que vendrá”, poco a poco - en la soledad de cada cual - vamos entendiendo el significado de la palabra Nada.
Aun así, seguimos frotando con las manos trozos de madera seca, raspando piedra contra piedra cada vez con más énfasis y rapidez, esperando que aparezca el rayo original, esperando que de tanto esmero, esfuerzo y persistencia, vuelva a salir el fuego, para mirarlo con asombro otra vez. Y al final, abrazarnos por la proeza.
***






Aguafuerte, Aislamiento,  Cuarentena, Covid19, Soledad, Reflexión, Condición Humana, Vacío, Nada, Futuro, Pasado,



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por venir y dejar tu marca