Hay formas de
expresarse y formas de hacer arte. A veces se parecen y a veces son iguales, no
se diferencian, son lo mismo. Hay gente
que se expresa y cree que hace arte. Y hay gente que hace arte aunque no
pretenda. Nunca se enterará que lo hace. No registra sus actos como
expresiones. Actúa por impulso natural, desinhibido, sin intenciones expuestas
o declaradas. Hay pretenciosos que ni siquiera se expresan, pero aseguran con
bombos y platillos que hacen arte.
Yo no sé si hago
arte o no. Solo sé que me expreso, que me quiero expresar y que trato de usar
varios métodos, sistemas y canales para hacerlo. Tal vez en algunos casos haga
arte o tal vez lo haga siempre o no lo haga nunca. Solo sé que de tanto
insistir, espero terminar haciendo arte.
¿Cuáles son los caminos
del arte? ¿Cuántos son? ¿Uno… Dos… Cincuenta o miles? Sobre el tema se han
escrito tantas sentencias que no da tiempo a revisar esos juicios y debates.
¿Dónde se expresa
mejor el arte? ¿En la pintura o en la música? ¿En la literatura? Pero cuál
literatura ¿En la narrativa, tanto sea cuento o novela? ¿Es mejor la prosa que
la poesía? ¿Pero qué es la poesía si no es prosa ni es música? ¿Puede una
pintura ser poesía y al revés y viceversa? ¿Cuántas combinaciones posibles de
expresión son necesarias para decir que se hace arte?
Pasarán los días
con todas sus noches y estaremos debatiendo. Y cuando creemos que al amanecer
tendremos la respuesta, resulta que el día nos deja nuevos interrogantes, otros desafíos y volvemos a
empezar. En el arte siempre estamos volviendo al comienzo. Porque la humanidad
toda nunca dejó de indagarse sobre el mismo asunto de su origen.
Dicen que
Faulkner afirmó que si Homero no se hubiera muerto, entonces los escritores no
existiríamos. Porque para qué iba a haber más, si solo Homero había escrito en
la naciente Grecia las claves que nos han distraído el pensamiento desde
entonces. Dicen que Faulkner dijo que desde Homero en adelante, los escritores solo escribimos sobre los
mismos temas. Entonces agrego: pero caca uno con su propio ojo, con su propio
pulso y con sus propios temblores.
Temblores sí.
Porque todo lo que escribes en soledad (en un recinto, en medio de la gente, al
aire libre, en un descampado, quieto o en movimiento) exigen valentía. Hace
falta valor para expresarlo y redoblar la apuesta al exponerlo. Así es la
música, así es la poesía. Así es la
escritura. Y así será, sin duda, en las
demás artes.
No importa cuales
sean sus símbolos y lenguajes, cualquiera sea el paisaje y el momento. El
instrumento es siempre: el alma humana.
El papel, el lápiz, la tinta, la cuerda, el diapasón,
el parche, las cajas, la tecla, el cincel, la piedra, los colores, son algunos de los artefactos a donde se
adhiere la soledad para expresar lo que se debe expresar. Porque todo lo que se
expresa es un deber, antes que un descargo.
Así ha cambiado y
crecido la humanidad. Y así seguirá siendo mientras haya quienes escriben y tengan la valentía de
contarlo. Así seguirá siendo mientras haya
quien por cualquier medio intente expresarse.
Expresar no
siempre es hacer arte. Pero cualquiera sea la expresión que pretenda ser arte,
debe partir necesariamente de la
honestidad y coherencia consigo mismo, el compromiso con su tiempo y el desafío al pensamiento. Todo lo demás, es
eso: “de más”.
Imagen: “Sunset and acacia
tree in the Masai Mara reserve” de Ignacio Palacios.
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