Siempre que tengo
algún problema, entonces busco la cámara y empiezo a mirar a mÍ alrededor.
Levanto la cabeza y la vista. Recorro el sitio donde estoy y los lugares
próximos que me rodean. Trato de verlos sin ninguna condición. Espero que me
digan algo. Estar atento, reconocer de varias formas lo que veo, me saca de los
problemas. Eso fue lo que sucedió hoy en las escalinatas de la Facultad de
Derecho de la UBA. Estas dos fotos forman parte de una secuencia de muchas
imágenes. Es parte de lo que veía al retirarme de un concierto.
Ahora que las
miro con atención, ya no veo solo el entorno en el que estuve. Veo algo más.
Hice algo que no estaba previsto. Encontré en ese lugar un espacio para
recortar un paisaje que dice algo más que una escalinata. Ahora que las miro
con pausa, estas fotos parecen decirme: “Que nunca se diga que la estupidez ha
podido contigo. Que la estupidez no sea el eje central de tu concentración. La
estupidez nunca podrá o deberá ser tu desafío”.
Una de las cosas
que le agradezco a la fotografía es que me permitió ver el mundo de muchas
otras formas. Permitió que descubriera capacidades que no sabía que tenía.
Cuando levanto la cámara me sorprende el mundo y me sorprendo yo mismo. Con
frecuencia, la fotografía me rescata de la estupidez y de la preocupación
neurótica. Cuando hay problemas, entonces levanto la cámara y el resultado
siempre es “El Asombro”. Y un llamado: “¡Sigue, sigue! No te detengas.
¡Concéntrate! Nada justifica que te apartes de tu objetivo, de tu camino. Deja
la estupidez”.
Cuando suceden
estas cosas, entonces me permito mirarme con ternura. Pero sin egolatrías ni
vanidad.
***
fotos sarmiento-cms
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