Quiero quererte más allá de lo que pueda.
Quiero
abrazarte más acá de la palabra,
mucho
más acá, más cerca, más adentro.
Quiero
quererte y que me puedas.
Quiero
poderte en cada beso, en cada luna estrellada, en cada lluvia que estremezca.
Quiero
que me puedas desde adentro.
Desde
el arrabio luminoso donde funde un amor de hierro, cobre y plata.
Ese
amor que se parece a una magnolia y huele como un aromo.
Ese
amor de capa ancha y pétalos cóncavos, que abriga como ese azul tardío que
viene al final de la tarde.
Ese
amor de pistilos como llamaradas.
Quiero
quererte y que me aprietes.
Quiero
besarte como si bebiera el agua fresca al levantarme.
Quiero
dejarme.
Quiero
dejar que me puedas, que me quieras, que me aprietes.
Quiero tenerte
y soplarnos la nariz, jadear en las orejas, aventurarnos en el pelo y deslizarnos felices por la frente, bajar por los pómulos y caer de golpe sobre el cuello, para quedarse así hasta la tarde.
Una
tarde y todas las tardes. Te buscaré.
Siempre.
Igual
que en las mañanas. Igual que cada noche.
Para
decirte que te quiero.
Más
aún.
Para decirte que quiero quererte más allá de lo que pueda.
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Imagen: “Departur”, escultura a tamaño natural de George Lundeen, instalada en el parque de Loveland (Colorado, EE.UU.)
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