Hay que escribir por el puro placer
de escribir. No importa si te leen o si no te leen. Esa no debe ser tu
preocupación. Porque en el momento en que lo sea, terminarás escribiendo
cualquier basura para que te lean, te sigan, te comenten. Y luego terminarás
escribiendo según las indicaciones de los críticos para que los comentarios
sean positivos. Y más tarde terminarás escribiendo según te lo pidan para que
tu ego se sienta fortificado y la autoestima no se te caiga por el suelo.
Cuando consigas todas esas cosas, entonces es probable que seas alguien
importante, una de esas personas a las que se tiene en cuenta. Pero es muy
probable que no seas un escritor si no un reproductor de ideas ajenas.
Hay que escribir por el puro placer
de escribir y porque se tiene la convicción de que hay algo que decir, algo que
aportar, compartir. Hay que escribir desde la convicción de que es necesario,
hace falta eso que se va a decir. Lo que sea que suceda en el interior de tu
vida y no sea evidente, las observaciones a tu alrededor, tus especulaciones
sobre la condición humana. Todo se puede escribir y compartir, dejarlo a
disposición de los demás. Eso es lo que te llevará a ser un escritor.
Perfeccionarás las formas de expresarte para comunicarte mejor, incluso contigo
mismo. Porque cuando escribes, también te estás contando a ti mismo, te estás
narrando tu propio relato, ese que no puedes ver o no es tan fácil de ver.
Estos párrafos previos, los escribí
para mí, para leerlos y releerlos en los momentos en que parece que todo está
perdido. Porque en esto de escribir, hay que reconocer que se hace en la más
absoluta soledad. Es una acción individual e intransferible. Con frecuencia se
escribe para que la tristeza no sea tanta o sea más llevadera. Un trabajo arduo
de interpelarse, de observar y observarse dentro de lo que se está observando.
A veces también escribimos o pensamos que escribimos la vida que no tenemos. De
cualquier modo, al escribir, en ese tiempo previo a la escritura, mientras se
acomodan palabras y pensamiento, somos parte de la historia. Y todo el tiempo
posterior, mientras el texto da vueltas en la cabeza, también es una forma de
vida o de vivir eso que escribimos. Las relaciones entre escritura, realidad y
el que escribe siempre están en litigio y los límites son líquidos y
traslúcidos. Esa es la ventaja y ese es el problema.
Lo cierto – insisto – es que todo
esto, está hecho en la más absoluta soledad. No me pesa. Pero en ciertas
ocasiones me siento abatido, desganado, como si las motivaciones hubieran huido.
Cuando ocurre, tengo una sensación extraña. No es tristeza ni desolación o
sentimiento de algún tipo, que pudiera sospechar que se trata de la soledad del
desafío. Porque esto de escribir, es una aventura marcada por la palabra
desafío en primer lugar.
A la soledad siempre la percibí de
una manera extraña. Son los días tensos, de andar preocupado y con un silbido
de angustia interior. Porque la soledad
es cuando no estás ni contigo mismo.
Esto de escribir en medio del
desierto de la indiferencia humana, en medio de las vaguedades urbanas y las
banalidades sociales, es una tarea compleja que se hace llevadera (y hasta
placentera) por el simple juego con las palabras, por el placer de intercambiar
sonidos y letras para que produzcan tal o cual efecto. Siempre teniendo como
único elemento de prueba tu propia percepción y tus propios sentimientos que,
en definitiva, son el diapasón que utiliza el alma para entonar y después
cantar.
En esos momentos complicados, en los
que tampoco hay compensaciones económicas para satisfacciones materiales, hay
que buscar dentro de uno mismo para encontrar la proa. No alcanzan las teorías
ni el manual de “buenas prácticas”. Hay que apelar a otra cosa. Pero esa otra
cosa no son pócimas ni alentadoras ni motivadoras. Esa otra cosa está dentro de
cada uno. En mi caso, recuperé el final del prólogo del libro Crónica
de un Amor Intenso: “El asunto es
que estoy atrapado, comprometido, con un amor, cuya única forma de que no se
muera, es que yo escriba”. Luego ya no había soledad ni desamparo. Ella
estaba ahí, entre la escritura, la vida y el sentimiento. Había una causa que
merecía la pena. Así surgió este libro.
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\ Ω / Primera edición digital \ Ω /
\ Ω / Imagen y
realización de portada Mariano Sarmiento Viñals \ Ω /
\ Ω / En diseño y edición editorial, Paula
Sarmiento Viñals \ Ω /
\ Ω / Los trabajos finalizaron en el mes de mayo de 2021 \ Ω /
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