El sistema produce
una cultura. Y nosotros estamos dentro de esa cultura. Hay quienes piensan, sienten, que es la única posible.
Asocian la idea de paz, felicidad y bienestar a esa cultura. Otros, la
interrogan, la cuestionan, ponen
en duda sus valores, crean sistemas alternativos, se rebelan. Pero qué cultura es esa cultura.
Mientras cada uno disfruta o se rebela, el sistema sigue
produciendo cultura. “Su Cultura”.
Una cultura que se origina en las usinas
propias del poder y no en el corazón de la gente que la vive,
sobre la que influye, la determina, la
condiciona y le marca rumbos. Miles
de medios informativos, de entretenimiento, sistemas de esparcimiento, la
difunden como valores. Unos valores con apariencia de universales, establecidos,
inamovibles, ancentrales y originales. Todo es aparente. Pero la generación de
esa cultura y su divulgación, deja la
sensación de “Real”. Se repiten los
mensajes, llamados y convocatorias hasta que la gente cree que esa cultura es “Su Cultura”, la única cultura.
Esa cultura también
es “Su Cultura” para quienes se oponen, quienes cuestionan, quienes la interrogan y se rebelan. Cientos
de formas alternativas son usadas a diario para expresar el malestar, los
reclamos y los ensayos de posibles, probables e improbables cambios. Hay
expresiones de revoluciones profundas. Pero son solo expresiones que no cuajan
en los hechos. Son expresiones que quedan como símbolos, íconos o mojones del
momento en que se expresan. Son sellos de su tiempo. Son definiciones
generacionales. Son huellas sociales de la diversidad. Son marcas de
resistencia.
Muchas de esas
propuestas, reclamos y ensayos terminan siendo tragados en el tiempo. El
sistema cultural tiene su casillero de “Anonimato”.
Algunas pocas ideas terminan incorporados al
corpus de la cultura que produce el
sistema. Así, se crea la aparente ilusión de que la cultura del sistema ha sido
modificada. Entonces los oponentes del sistema sienten que han logrado una victoria. Pequeña, pero
victoria al fin. Y en cierto modo, se crea alguna empatía entre el sistema, “Su Cultura” y la crítica.
Desde hace algunos
siglos vivimos bajo el paradigma del “Consumo” y la “Mercancía” como ícono central del pensamiento. Todo se vende,
sobre todo las ideas. Quiero pensar que el acto de vender surgió de
un pensamiento solidario por satisfacer la necesidad del otro. Pero no
puedo desconocer que la venta generó una ganancia, que dejó en el vendedor una
gran satisfacción. Podría tener otras cosas, que solo tenían lugar en la
imaginación y el deseo. Las tres sensaciones (satisfacción, imaginación y
deseo) suelen ser un narcótico sutil, que las mentes pequeñas traducen como
avaricia. No importa si es emocional, sentimental o material. El asunto es que
es avaricia. Deseo de poseer y acumular. Ambas cosas son obligatorias para los
interesados en tener más de lo que necesitan o tener lo que no necesitan, pero
lo tienen ellos y no los demás. El pensamiento así expresado, es casi la
definición previa de un robo.
En la vida
cotidiana, todos sabemos que donde hay cosas que se venden, también hay cosas
que se roban. La venta y el robo son consustanciales, se complementan y cuando
existe una, obligatoriamente existe el otro. En ese mundo, las ideas y el
pensamiento son las primeras víctimas, aunque no haya tiendas de ideas o
escaparates de pensamientos ni vengan en colores, clasificados por tallas. Las ideas son como
las bacterias. Es el germen de otras cosas que veremos en el tiempo. Por eso se
roban. Porque es una “bacteria” que lleva en
su interior alguna clave del futuro.
Y futuro es la gran quimera humana, al tiempo que genera desesperación
por predecirlo, fabricarlo, moldearlo, determinarlo y hasta vivirlo antes que
suceda. Todos se dirigen animados hacia algún futuro, pero en la desesperación
por llegar o en la espera, obligan al futuro a hacerse presente. Y en ese momento
lo asesinan. Así es como se produce el robo de ideas. A esas “bacterias” se las
roba para matarles el gen de futuro que llevan dentro. Las ideas son
“bacterias” extremadamente frágiles, fáciles de combinar o de contaminar. Por
ese atributo, el sistema que produce
cultura, la prostituye y la convierte en una mercancía que se puede consumir.
Esa idea (esa “bacteria”) ya no tiene el gen de futuro. Es una mercancía, es un
fósil, que se puede consumir. Así se consuma el robo. Un robo que luego se
vende.
La gente sencilla y
corriente también produce cultura. En sus casas, las calles,
los pueblos, las ciudades, en el campo y en los lugares más remotos de
la geografía. Pero esa cultura no se ve. El conjunto del cuerpo cultural que la
gente produce en forma anónima,
desinteresada y por la dinámica propia de la vida y sus necesidades
primarias, nunca lo vemos. En forma
fragmentada aparece en el aparato ideológico de divulgación que tiene armado el
sistema. Nuestra percepción sobre esa cultura es atomizada. No disponemos de
medios materiales para verla. Carecemos de un criterio para valorarla. La
cultura popular solo se mantiene en pequeñas comunidades, que tienen la firma
convicción sobre sí mismo y sus valores. Es casi una condición de resistencia
para no ser arrasados. Sus valores están siempre en pugna con la cultura del
sistema y en no pocas ocasiones son vencidos.
El “Uso” y el “Abuso” son atributos de la “Mercancía”
y condición necesaria para el que produce bienes y necesita como el agua, sostener la idea central del “Consumo” como causa que unifica los
deseos, voluntades y posibilidades de la gente. Esos dos aspectos trabajan
silenciosamente en el interior del sistema cultural. Van creciendo en la misma
medida que crecen las personas. A más
edad, más “Uso” y “Abuso”. En el mundo gentil y vaporoso,
a los dos conceptos se les cambia el nombre y se los menciona como “Necesidad”. Todos sabemos que las tres palabras son cosas
distintas. Pero el sistema las ha homologado como sinónimos. Una mentira. Se
dirá que es inocente, solo con la
intención de acotar las expresiones. Otra mentira. Y si seguimos, hay un montón
de términos que en el sistema cultural del sistema, han cambiado de
significado.
Así, construir el
edificio de la cultura ha sido más fácil,
porque se han usado atajos y se han
confundido o tergiversado los valores que dice tener, fomentar o sustentar. Entonces
“Ser” y “Tener” han terminado siendo sinónimos. Todos sabemos que no lo
son. Cuando escribimos, leemos o
analizamos los hechos y la vida de los
otros, aplicamos las distinciones de los términos. Pero en la vida
personal no. Porque si elegimos y admitimos que los términos son sinónimos, entonces nos ahorramos el debate personal,
interior, reflexivo sobre quienes somos.
Y las dudas las resolvemos en las tiendas o en los mercados o en los bancos.
Mientras tanto el “Uso” y el “Abuso” van creciendo con nosotros. Y
como nos sienta bien lo de los sinónimos, entonces preferimos llamarlo “Necesidad”. Pero si se trata de otro,
entonces no hay sinónimo que valga. Es un “Uso”
y “Abuso” en toda regla. Es decir, la
cultura que produce el sistema nos ha
regalado otra de sus premisas básicas: el doble lenguaje, el doble razonamiento, el doble pensamiento,
el doble rasero, el doble sistema de valores.
La dicotomía, la
doble faz, la doble versión, son consustanciales a la cultura que produce el
sistema. Esa cultura no puede presentarse en su integridad. Necesita del
eufemismo porque no puede confesar la verdad sobre los valores que defiende. No
puede decir que los valores, los sentimientos, las emociones y los compromisos
sociales y raíces de pertenencia, son “Mercancías”
puestas en circulación para que la gente consuma. El sistema funciona con
sinonimias, eufemismo y metáforas. No
puede ser concreto. No puede decir la
verdad. Necesita mentir para sobrevivir. Pero tampoco puede decir que miente.
Entonces usa términos como “metalenguaje” y “pos verdad”, para no decir que miente.
El sistema cultural
ha prostituido a la metáfora, uno de los principales argumentos de la poesía.
La ha puesto en otra función. La ha disciplinado como una función comercial a
través de la propaganda y publicidad. La ha despojado de su valor literario y
disparador del pensamiento. Al mismo tiempo ha vulgarizado la poesía. Metáfora
y Poesía son elementos cruciales para el crecimiento de la vida y el
pensamiento. Es de lo mejor que ha producido la capacidad humana. Es un producto diferencial entre las especies. Pero se han cambiado los
significados y con ello se ha oscurecido
y confundido la comprensión de los hechos.
Se llama “Sensaciones” a las respuestas mecánicas
de la gente, ante las acciones de provocación
emocional que el sistema produce a diario, a través de su aparato ideológico de comunicación y
entretenimiento. Una mentira. Esas “Sensaciones”
son reacciones involuntarias. Esas “Sensaciones”
no tienen emoción ni sensibilidad. Son efectos
tras una inducción pervertida. Pero para
el sistema cultural, cumple la misma función que la “Metáfora” poética. Es la cuota necesaria de emotividad, que permita esconder la mecánica sistemática
de vida, cuya principal característica es ser anodina, anónima, disciplinada y neutra. Lo que el
sistema llama “Sensaciones”, son
mentiras asignadas al comportamiento y la comprensión de la gente sobre tal o
cual hecho o acontecimiento. El sistema cultural funciona como un sistema
radial de hongos producidos por la humedad en una pared.
En este esquema
perverso de reversión de ideas, palabras,
frases y razonamientos no es sencillo ser rebelde. No es fácil
cuestionar la cultura del sistema y sostener, al mismo tiempo, un esquema de
pensamiento que no esté afectado de doble discurso, de doble faz. La coherencia y la honestidad intelectual no
son atributos naturales del ser humano. No vienen en el ADN. Ambas cosas son
una construcción personal y colectiva. Pero si el paradigma colectivo es el
opuesto, entonces esa construcción se vuelve más difícil y – con frecuencia –
oscila en reflujos de avances y retrocesos hasta alcanzar algún punto de
solidez, desde donde se puede continuar. Algunos lo consiguen y siguen
adelante, otros lo consiguen y plantan bandera definitiva y muchos otros
abandonan.
Parecer rebelde es
relativamente sencillo. Se trata de usar
un lenguaje opuesto y mantener usos y costumbres que desentonen del uniforme
social establecido por el sistema cultural. Se trata de hacer o producir cosas
que contradigan el sentido común, pero que no lo cuestionen en su tronco y
raíz. Ya se sabe que toda afirmación necesita de una refutación para volver a
afirmarse. Todavía no está claro si parecer rebelde es una bendición, que ha recibido el sistema
para garantizar su sobrevida, o un invento del propio sistema, como
anticuerpo necesario para matar la verdadera crítica.
Es posible que un
rebelde aparente haya tenido en su comienzo, una auténtica convicción de
interpelar al sistema y de proponer un cambio de paradigma. Pero la tarea no es
fácil ni bien empieza la andadura, por eso no es condenable el abandono. Lo
patético y nocivo es convertirse en una caricatura irónica de la persona con
convicciones, que interpela a la sociedad y su cultura desde el pensamiento y
la honestidad. No es posible interpelar
a la sociedad y revertir su sistema cultural si se mantiene el paradigma de que
“todo se vende”, “todo es asequible a
través del consumo”, incluso la protesta. Si los paradigmas personales siguen siendo el “Uso” y el “Abuso” de
bienes materiales y emocionales, además del consumo y la venta de ideas,
pensamientos y valores, entonces la crítica y los reclamos se hacen con las
mismas armas que el sistema, entonces la tarea es estéril. Cuando los actos, pensamiento y valores
de conducta son los mismos de esa
cultura mediada entre el poder, los
medios de comunicación y la sociedad,
entonces la crítica es vacía.
Nada cambiará, si
en lo personal seguimos siendo
tributarios de la cultura del sistema. Las
acciones y la construcción de futuro no se definen por el discurso o por el traje de escena, sino por
el sentido que se le imprima a los
pequeños actos de la vida cotidiana. El
futuro se construye en cada minuto, en cada detalle. Y el resultado es la
sumatoria de todos esos instantes. No puede haber un futuro diferente a lo
que han sido nuestros actos presentes.
La coherencia temporal de las ideas, es
condición necesaria e ineludible.
No basta el traje ni el oficio. Porque escribir,
pintar, cantar, enseñar, investigar, esculpir, aprender, hacer música, ser
austero, observador de las cosas simples
y elementales de la vida diaria,
aplicarse en ellas, aplicarlas al
uso cotidiano, no son cosas de esta cultura. Eso es de siempre. En todo caso
esta cultura y el sistema que la produce, se valen de esas artes, habilidades y
comportamientos, para traicionar a través de esas técnicas, la esencia de los valores elementales de la condición humana. Pero todas esas técnicas, artes y oficios
son una herramientas invalorables en la construcción de futuro. Son instrumentos que esperan ser
usados para construir futuro.
Una construcción que en perspectiva tenga al progreso, la solidaridad, la naturaleza,
la conjunción y la vida como elementos claves complementarios, necesarios y obligatorios.
***
Imagen: Grand Central Terminal. New York City. 1941