Esta noche salgo a
enfrentarme con tu cuerpo. Voy a buscar ese amor encerrado entre tus labios.
Pero antes que pueda desplegarme, ya ganaste la primera embestida, Te abriste y
me cubriste como si tú misma fueras un manto. Atenazadas mis intenciones, me
recojo hacia tu cintura. Doy vueltas merodeando entre tus piernas y finalmente
apoyo mi cabeza. Recorro el contorno del clítoris con la punta de mi lengua. Lentamente
levanto una de mis manos para comprobar la turgencia de tus senos. Los aprieto
para sostenerme en la batalla. Me detienes con besos profundos. Te apoyas sobre
mis hombros. Me bloqueas. Vuelvo a tu cintura. Tomo aliento sobre tu pubis. Lo
acaricio con mis mejillas. Tus manos buscan mi sexo y lo atrapan. Te rodeo por
la cintura. Te envuelvo con mis brazos. Besas mi cuello. Revuelvo y huelo tu
pelo. Resoplamos en los oídos. Jadeamos.
Nos fundimos en la boca. Me cubres, me envuelves, me recibes y empujas. Empujo. Me hundo tenso,
muy tenso, en tu cuerpo. Me sostienes y resistes. Sigo y vienes en soplos de calor. Voy y te
opones. Voy y retrocedes. Sigo. Seguimos. Pegados. Hasta que tu cuerpo se
expande en una estampida de galopes. No quiero ni puedo detenerte. Porque tu cuerpo
se ha llevado al mío, hacia un horizonte que no conozco.
© César Manuel
Sarmiento
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San Telmo, 2 de
diciembre de 2012
Imagen: obra de Loui Jover
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