Y si
no nos dijéramos nada. Si nos colocáramos de espalda y dejáramos la mirada
perdida en ninguna parte. Si nos fuéramos el uno del otro a distancias
desconocidas. Si nos fuéramos… Si finalmente decidiéramos no ser nada, no
reconocer al otro, no vernos ni oírnos ni sentirnos de ninguna forma. Si
finalmente decidiéramos que nuestra existencia es una falacia producto de la
imaginación. Si acordáramos que imaginar es una aventura que nos ha llevado a
estos abismos. Si no pensáramos el uno en el otro. Si no pensáramos…
¿Cómo
serían nuestros días? ¿Cómo sería la vida sin saber nada de ti, de tu
existencia? ¿Cómo sería el mundo cuando se observa desde la nada, mirando a
ninguna parte? ¿Cómo sería yo en ese laberinto sin surcos, calles, paredes,
tabiques, muros ni recovecos? ¿Cómo es un laberinto sin ti? ¿Dónde están los
descansos, los espacios de batallas, los lugares de preguntas, las habitaciones
de respuestas, las sillas inquisidoras, las literas de penitencia, las mesas
reflexivas, las sábanas de pensamientos fuertes y sentimientos extremos? ¿Dónde
están los cuerpos? ¿Dónde está tu cuerpo?
La
imaginación, que no tiene límites, te impone los límites cuando te aproximas a
la locura, a los abismos ciegos sin sentido, a los caminos truncos con agujeros
de angustia. La imaginación es la que me llama. Me despierta entonces. Y me
dice que la vida sin ti no tiene sentido, es un enorme vacío que no conoce
existencia. La vida así es un territorio falso que alberga nada. La vida así es
ninguna parte, ningún lugar, ninguna vida.
Buscarte,
aunque más no sea en la memoria, es lo que le da sentido a todo lo conocido, a
todo lo existente, a todo lo futuro. Hacer de ti un ovillo cálido de mensajes
pasados, de promesas furtivas, de compromisos agudos, me devuelve la vida.
Mientras espero, ese momento, en que recuperemos la mirada que dejamos olvidada
en ese lugar, que ambos conocemos como “estar en ninguna parte”.
© César Manuel Sarmiento
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San Telmo, 20 de septiembre de 2017
Imagen: César Manuel Sarmiento
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