Se extraña tu mal humor, tus formas irascibles, tus palabras esquivas y provocadoras. Las respuestas a destiempo, en otro tiempo, breves, concisas, justo lo preciso. Se extraña esa gimnasia en el debate, el cuerpo a cuerpo de palabra para tomar distancia.
Se
extraña el No que siempre tienes en la mano, preparado y dispuesto a ser
lanzado. Ese No que sueltas con facilidad.
Se
extraña tu presencia, tu mirada, tu sonrisa. Se extraña todo eso que propones
sin decir una sola palabra. Se extrañan tus expresiones generosas, cuando
decides que tienes que estar ahí donde lo dices. Se extraña el bullicio de
alegría que zumba en el aire, cuando se presiente tu presencia. Se extrañan tus
deseos cuando los sueltas sobre la mesa. Se extrañan tus conquistas cuando las
anuncias entre risas.
Se te
extraña. Todo el tiempo se te extraña. Porque en todas esas formas que tienes,
siempre eres la misma. Hay algo que traes. Hay cosas que dejas. Se te extraña
porque eres muchas cosas al mismo tiempo. Todas necesarias. En ellas se
aprende, se crece, se vive, se ríe, se ama.
Se te
extraña aunque no se te quiera extrañar. Habrá razones muy fuertes o habrán
sucedido cosas tan vitales con tu presencia, que entonces sea explicable
extrañar. Se aprende al final, que eres necesaria, que se te desea y se
disfruta cuando estás, pero te vuelves imprescindible cuando no estás.
Se te extraña aunque no se te quiera extrañar.
Por mucho que lo intente, creo que siempre te voy a extrañar.
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Imagen de Cécile Desserle (técnica mixta)
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