No sólo hay que saber decir sino mejor en qué
momento decir. De nada sirve un pensamiento brillante en el centro del sol
ardiendo, cuando una simple chispa en la oscuridad, indicará el rumbo posible
para encontrar lo que se busca, que tal vez sea el mismo sol, que ha calcinado
la idea brillante.
La quimera de todo escritor, es encontrar el
momento justo en que su escritura tenga el impacto con la que fue pensada.
Ningún escritor en serio, escribe para adormecer el pensamiento y la
sensibilidad de sus congéneres. Tampoco busca empatía, su ego no se lo permite.
Lo que persigue es el impacto en el otro. Y que ese impacto sea visible, que él
mismo lo pueda comprobar. Solo así disfrutará de la segunda parte de esa
satisfacción general que es la escritura. Escribir y el posterior impacto son
clave, para todo el que se dedique a escribir en serio.
Pero las cosas no siempre coinciden. A veces el
impacto se produce un siglo después de la existencia del escritor. A veces el
azar es generoso con la banalidad y le otorga al escritor el beneficio del
impacto, aunque sea momentáneo o que dure un poco más. Tal vez el mismo espacio
de tiempo mientras vive. Y luego todo se disipe y se diluya sin resistencia en
la niebla de los pensamientos confusos o en las ideas injustamente condenadas
al olvido.
Esto de escribir no siempre se da al gusto de
todos. Ni de los que leen o esperan leer lo que quisieran escribir, ni de los
que escriben y esperan encontrar a los lectores que a ellos mismos les gustaría
ser.
Por eso a veces hay sorpresa en las reacciones de
los otros. Tanto si hay apatía como si hay complicidad. Y no digo lo que sucede
si hay coincidencia emocional, porque eso ya es el paraíso para quien ha escrito lo que haya escrito.
No siempre hay coincidencias… Pero lo que se busca
afanosamente es alguna
coincidencia, complicidad o
simbiosis total entre el que escribe y el que lee. Porque en ambos ejercicios
siempre hay algún tipo de complicidad.
Los que escribimos, en realidad nos estamos
leyendo, estamos poniendo en grafía lo que estamos leyendo de nuestro
pensamiento, que siempre es mucho más amplio y profundo de lo que atinamos a
leer imaginariamente en nuestra mente, en esas fracciones de segundos a veces
discontinuas, a veces seguidas y alteradas por la urgencia de querer recordar
lo que estamos leyendo de nosotros mismos.
Los que leemos, en realidad nos estamos
mimetizando con lo narrado y hasta asumimos el rol de los personajes que
protagonizan el relato. Leemos hablando internamente, le asignamos tonalidad, colorido y hasta le damos coloratura a las voces de los personajes, los
intuimos, completamos la apariencia del personaje, más allá de la
descripción que haya puesto el escritor.
Y cuando no hay personajes y el texto discurre en
clave poética, sin definir al personaje,
es muy probable que nos sumemos a la
aventura de ser nosotros mismos los que vivimos eso que se cuenta. Cuántas
veces al finalizar un poema pensamos que algo de eso nos pasó a nosotros o nos
gustaría que nos pase o encontramos la clave de lo que nos está sucediendo.
Al final, en esto de escribir y de leer, se trata
de coincidir. Toda la teoría termina resumiéndose en ese verbo proveniente del
latín formado por el verbo “incidiré” - que significa “ocurrir”, “caer en” - y el
prefijo “co”. Algo así como que nos ocurren las mismas
cosas o caemos o estamos en el mismo estado y lugar.
Pero que en nuestro idioma, la palabra da lugar
para referirnos a varias ideas afines. Porque coincidir también es “concordar”
o “estar en conformidad”. Pero en literatura creo que las acepciones
que mejor se prestan son las de “acoplarse
o encajar con el otro”. Porque como digo, en esto de escribir y leer tiene
que haber siempre una complicidad entre las partes. Pero coincidir también puede ser usado como “Convenir o estar de acuerdo”.
Por lo tanto creo que en este proceso de escribir
y leer un mismo texto, hay siempre una decisión de Convenir y Acoplarse uno
con otro, para que el tiempo, el momento, la circunstancia y la impronta de las
ideas y sus personajes, se den en diferentes tiempos pero con igual sentido e
intensidad como fueron escritas y necesitan ser leídas.
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